Jorge Dezcallar ha demostrado cómo y por qué consiguió ser sucesivamente el hombre de confianza de González y de Aznar. Sólo una capacidad milagrosa para entrar sin tener que salir y viceversa, para apuntar y no dar y dar sin apuntar, para mentir diciendo la verdad y no decir la verdad sin mentir, capacidad que no está al alcance del común de los mortales, ha permitido que su comparecencia ante la comisión del 11-M se salde con agua de borrajas, que es el menú al que se han apuntado el PSOE y el PP. Como no quieren caldo, he ahí dos tazas... de nada.
Aún así, Dezcallar ha dicho una cosa de la que se hablará poco y otra que se comentará bastante. Se hablará, sin duda, de los terroristas suicidas de la SER y de esos espías paraguayos que, sin haber estado en el lugar de los hechos (en este caso, la camioneta señalada a la policía por el “Portero Automático de Rubalcaba”), no vacilaron en seguir inventándoselos. Para alimentar, obviamente, la urgencia de la reivindicación islamista en los golpistas político-mediáticos del 13-M. Que a su vez luego los retroalimentaron.
Pero se hablará menos de un dato que ha dado Dezcallar y que posiblemente debería habernos llevado a la célula de Avilés y sus relaciones con la ETA, tan detalladamente explicadas por Fernando Múgica en El Mundo si el PSOE no se hubiera cargado la posibilidad de dar datos cuya condición secreta o no es tal o no debería serlo. Ese dato es que hasta bien entrada la noche del 12-M se seguía de cerca la pista etarra. Luego es evidente que hasta avanzado el 13-M el Gobierno tenía sólidas razones para defender esa línea, esa posible autoría, aunque para la tarde del 12-M ya se viera durante toda la manifestación que la estrategia de “provocar la mayor anormalidad posible” no era sólo la de Otegui y Rovireche sino la de Llamazares y, sobre todo, Rubalcaba y el PRISOE.
¿Por qué dice Dezcallar que sobre eso no se puede hablar? ¿Porque no quieren sus caseros romanos? ¿Y por qué no explica cómo y por qué aún se siguió la pista etarra muchos días después del 11-M, es decir, cuando ya habían pasado las elecciones y se anunciaba nuevo Gobierno? ¿Porque el que salía lo necesitaba o porque el que llegaba quería descartarlo? ¿O por ambas cosas a la vez? No sería la primera vez que La Casa es de dos amos, basta recordar el 23-F. Y como todos los espías no pueden ser tontos, bien al contrario, seguro que alguien ahí sabe mucho más de lo que nos ha contado Dezcallar. Claro que para eso ha ido, para hablar poco y no contar nada, marcando así la línea a su sucesor, el amigo y colaborador de José Bono, que no parece tener mucho que decir. Salvo sobre el Yakovlev 42, naturalmente. Ahí no habrá pilotos suicidas, seguro.