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La segunda guerra contra Irak que el segundo Bush anuncia para el mes de octubre es una buena ocasión para que España empiece a pasar a sus aliados la factura de la crisis de Perejil, por el interesado y fervoroso apoyo que la tiranía marroquí recibe de Francia y los Estados Unidos. Si el Gobierno no se cree todas las estupideces que dice sobre Mohamed VI y sus supuestas reformas democráticas (cosa imposible salvo enajenación mental del Consejo de Ministros en pleno), habrá podido constatar con todo detalle, y mucho más descarnadamente que el común de los ciudadanos que no se chupen el dedo, lo poco de fiar que son nuestros dos aliados estratégicos: la Unión Europea y los USA. Después de comprobar que tenemos que forjar una auténtica política de alianzas en el Norte de Africa para frenar las ansias expansionistas del sultancito capón, hay que utilizar la zanahoria con los vecinos de Marruecos, especialmente Argelia, y mostrar el palo o fruncir el ceño ante los grandes aliados de Marruecos, que son también los nuestros pero bastante menos.

No se trata de alinearse con Sadam Hussein ni de negarse a colaborar con los aliados occidentales en la guerra iraquí, al menos por principio, pero sí de hacer patente nuestra profunda incomodidad por la política norteamericana, británica y francesa con respecto a Marruecos, tanto en la crisis de Perejil como en la cuestión de fondo, que es el Sahara. Si Marruecos es un país islámico aliado de los USA, España es el país occidental que más sufre la plaga del terrorismo tanto antes como después del 11 de septiembre, con un agravante: nosotros padecemos la misma amenaza del terrorismo islámico que otros países europeos, pero con un posible escenario añadido al peninsular e igualmente nacional que son las ciudades de Ceuta y Melilla, ambicionadas por Marruecos.

El terrorismo antiespañol de ETA, que intenta romper nuestras fronteras por el norte, tiene su aliado natural en los que intentan romperlas también por el sur. Por eso, la lucha por la integridad nacional y las libertades constitucionales, que son lo mismo, debe desarrollarse simultáneamente en ambos frentes. Europa va entendiendo la necesidad de colaborar en el del Norte. Europa y los USA deben ir entendiendo que deben colaborar también con nosotros en el Sur.

Rota y Morón son dos argumentos para este otoño con los que limitar el daño que el Plan Baker está haciendo al siempre frágil equilibrio de fuerzas en el Estrecho. Fragilidad que conviene hacer patente también por nuestra parte. La incondicionalidad en política exterior no existe. Para los que son más incondicionales de nuestros enemigos que aliados nuestros no debe siquiera parecerlo. La guerra hispano-norteamericana de 1898 fue provocada por los USA al grito amarillo de "Remember the Maine!" Sin necesidad de amarillismo ni de gritar demasiado sí conviene decir a nuestro Gobierno y a la opinión pública española: "¡Recordad Perejil!"

Y obrad en consecuencia.

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