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Federico Jiménez Losantos

Rivera y la difícil reinvención de Pedro Sánchez

Del debate de investidura salieron vivos los muertos del 20D: Rivera, el más valorado; Sánchez, mejor que Rajoy. E Iglesias, mucho peor que antes.

Si uno repasa con cierta calma los tres meses vertiginosos que van de las Elecciones Generales del 20 de Diciembre a este 20 de Marzo en trance de procesión, esquí o chapuzón playero, según prime la piedad, la nieve o el mar en el alma volátil del español con aspiraciones de ciudadano, advierte que, en realidad, sólo han pasado dos cosas, o mejor dicho, ha dejado de pasar una, la investidura que pretendía Rajoy hasta que le tocó intentarla, y ha pasado otra, la inesperada intentona de Pdr Snchz para convertirse en Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno con la ayuda de Albert Rivera, líder de Ciudadanos y uno de los dos derrotados en la noche del 20D, bien es cierto que en función de las expectativas generadas por las encuestas y la mala semana última de campaña del joven político catalán, no por lo que sólo un año antes hubiera parecido un sueño: pasar de la casi nada del partido en Cataluña a cuarenta escaños en el Parlamento Nacional.

La espantá de Rajoy ha sido, en cierto modo, lógica. Si no hubiera mediado su proclamado derecho consuetudinario a seguir en el Gobierno sin pasar por Las Cortes, para lo que el Rey debía hacer de peón de brega, todo el mundo hubiera entendido que Rajoy dejara pasar su oportunidad. Sin embargo, se pasó un mes diciendo que era el primero con derecho a intentar ser investido y, cuando se lo pidió el Rey, rehusó dos veces. Y lo más chusco: cuando el Rey encargó la formación de Gobierno al segundo partido en votos y escaños, cuyo líder se mostró esperanzado en lograrlo, Rajoy y su cuadrilla montaron una campaña de denigración de Felipe VI inversamente proporcional a la protección dispensada a Campechano y Cristina, hasta dejar el Estado de Derecho en pecio o Estado de Desecho.

Rivera se inventa un candidato

La espantada de Rajoy llevó a Pablenin, el verdugo de Errejoninsji, a protagonizar una escena de acoso y derribo a Sánchez como no se ha visto nunca en España ni, seguramente, en ninguna democracia occidental. Con la cara durísima que le caracteriza, el admirador de Stalin y émulo de Beria se deshizo en alardes de respeto hacia el Jefe del Estado y propinó a Snchz una oferta que era un desahucio: la vicepresidencia y seis ministerios clave. De aceptarla, estaba muerto; de rechazarla, era cadáver. "Win-win", decía el entonces todopoderosito Errejoncillo, posando de ministro de la Checa.

Y entonces llegó Rivera y se sacó de la manga una oferta a Snchz: un pacto por el que no le pedía nada y que le ofrecía la posibilidad de evitar su liquidación por Susana Díaz, la Caribdis acechando tras la Escila podemita. Para esto, naturalmente, había que reinventar a un Pedro Sánchez que no se pareciera al Pdr Snchz que había entregado las grandes ciudades a Podemos y centrado toda su campaña electoral contra el PP… y contra Albert Rivera.

En realidad, lo que tenía que hacer Sánchez, de la mano de Rivera, era parecerse a Susana Díaz y a la línea socialdemócrata que le aconsejaban Felipe González y los clásicos, tirando a vetustos, del aparato del PSOE. En realidad, lo que le brindó Ciudadanos fue la posibilidad de presentarse ante la opinión pública española como un líder socialdemócrata europeo y con principios, no como el oportunista suicida dispuesto a hundir al PSOE con tal de ser Presidente del Gobierno el tiempo que le conviniera a Pablenin.

Lo sucedido en el Debate de Investidura de Sánchez está aún fresco en la memoria. Hubo un Presidente en funciones de cascarrabias, Rajoy, que por satisfacer su vanidad condenó a su partido al aislamiento político. Hubo un discurso terrible, el de Iglesias, confinando al PSOE a la cal viva. Hubo un candidato fracasado, Pedro Sánchez, que no supo medir su fuerza ni sus límites. Y hubo un discurso de Presidente del Gobierno in pectore, el de Albert Rivera. Del debate salieron vivos los muertos del 20D: Rivera, el más valorado; Sánchez, mejor valorado que Rajoy. E Iglesias, mucho peor de lo que estaba antes del Debate. Desde entonces, en todas las encuestas, el PP baja algo; y Podemos, más. El PSOE se mantiene al alza y Ciudadanos sube. Bastante.

La tentación fallera y el labriego Mariano

En realidad, Rivera se inventó un candidato prácticamente de la nada. El problema era y es mantener al candidato, unido a las propias expectativas de C´s, alejado del vicio antiguo, es decir, del populismo y la tentación podemita. De momento, Rivera no consigue sujetar a Sánchez, que vuelve a ser Snchz en cuanto tiene ocasión. La última recaída en el vicio de soñar con el apoyo de Podemos la ha tenido en plenas Fallas valencianas, donde según Mónica Oltra, su anfitriona, han encontrado el "deseable espacio de sosiego, paz y tranquilidad" para pensar en las posibilidades de un "pacto a la valenciana". ¡Y estaban en una mascletá!

El Pacto-paella que deja gobernar a Ximo Puig en la Comunidad mientras Valencia se entrega a la clásica orgía de ocurrencias podemitas -escenificada en las tres Reinas Magas que parecían recién despedidas de La casa más divertida de Texas por la mismísima Dolly Parton- es una pesadilla para cualquier socialista sensato. Pensar que las mamarrachadas propias de los consistorios dominados por Podemos y sus confluencias, mareas y mareos puedan ser un buen cartel electoral para un presidenciable son prueba de la volatilidad, cercana a la idiocia, de Sánchez; y del mérito de Rivera, capaz de inventarse de la nada –de Pdr Snchz- todo un candidato a la Moncloa. De momento, Albert ha decidido tener paciencia con las cosas de Pedrito. Y cuenta con la ayuda de Pablenin, que le ha cogido el gusto a la Lubianka.

Pero nadie sabe qué pasará a la vuelta de Semana Santa. Todo apunta a que el 3 de mayo nos llamarán de nuevo a votar, pero no cabe descartar prodigios, volteretas y otras variaciones circenses. De momento, se lleva la palma Rajoy, que en su última apelación a lo que llama "el mundo rural" ha acusado a Sánchez y Rivera de estar "24 horas al día en la moqueta". ¡Él, que no ha dejado de pisar las alfombras del poder desde hace casi cuarenta años! Aún veremos al labriego Mariano tirando de guadaña, como hacía Arzalluz en vísperas del Alderdi Eguna, con Cospedal encabezando el coro de Las segadoras. La gran pelea política será por ver quién lleva el botijo.

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