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Federico Jiménez Losantos

Se conoce el enemigo, se perfila el blanco

El enemigo de la gran coalición política y militar que los Estados Unidos están forjando para responder a la masacre del Once de Septiembre es perfectamente conocido. Está compuesto por los criminales que atacaron el corazón y la cabeza del país más importante de Occidente y por los cómplices que les ayudaron a perpetrar su crimen. También deberían figurar en el apartado de complicidades la politiquería abyecta de países y grupos sociales supuestamente identificados con la democracia liberal –Francia, por ejemplo– y todo ese periodismo-basura de la progresía occidental, que en España trata de implantar el monocultivo ideológico antiliberal (con excepciones entre las que se encuentra Libertad Digital, que en esta catástrofe ha revalidado su mayoría de edad, tanto en el terreno informativo como en el de la opinión). Naturalmente, no cabe olvidar la marabunta antiglobalización, con el grupo “Attac” de los Ramonet y compañía como vanguardia intelectual de la lucha contra las libertades de Occidente, y con las hordas de Génova como semillero de complicidades terroristas. Contra Norteamérica, incondicionales.

Pero si el enemigo está claro y los cómplices son evidentísimos –los mismos con los que contó siempre la Unión Soviética, los mismos que combaten las libertades en todo el mundo– el blanco militar al que debe reducirse en un primer momento la reacción de los USA y los aliados empieza a perfilarse con el señalamiento de Bin Laden como “principal sospechoso” por el propio Bush, el atrincheramiento de sus padrinos de Kabul y la aparente defección del régimen pakistaní, el gran protector y cómplice de los talibanes, que parece dispuesto a la colaboración incondicional contra Bin Laden, pero que puede sufrir fuertes convulsiones internas antes de que el dificilísimo asalto a las montañas afganas sea algo más que una hipótesis.

No cabe tampoco descartar la entrega de Bin Laden por los talibanes si ven realmente cerca la posibilidad de ser exterminados. Esto de ir al cielo con las huríes debe de ser estimulante para mentes de hollín, pero no más que conservar el pellejo, excrecencias pilosas incluídas. Siempre cabe dudar del heroísmo cuando se limita a proclamaciones verbales, pero en este caso cabe tanto la resistencia como la entrega de Bin Laden como estrella de un juicio en los USA que, convenientemente manipulado, lo convertiría en ídolo y banderín de enganche para toda una generación de ulemas liberticidas y muslimes genocidas, dispuestos a trocar su miserable vida de pirados criminosos por la de miles de inocentes personas, reos de un único delito: vivir en libertad, lejos de Alá.

Si efectivamente esto ha de ser una larga guerra contra los enemigos de la libertad, hay que prepararla bien, dejar que se perfile ese blanco inmediato y, sobre todo, no perder de vista al enemigo en su conjunto. Recuérdese que el incendio del Reichstag no sólo desembocó en la consolidación del poder hitleriano sino en la apoteosis de la propaganda soviética y el agavillamiento de miles y miles de sicarios de Stalin. El mal es infinito, pero suele repetir sus fechorías. Atención, pues.

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