Si se “respetan todas las culturas” no se defiende la Libertad
En su último discurso en Oviedo el Príncipe de Asturias, sin duda un joven de nuestro tiempo, tan dado al despiste, la falta de criterio moral y la obviedad política proclamó de forma simultánea la necesidad de defender la libertad frente al terrorismo y la de respetar todas las civilizaciones y culturas. Casi todos los medios de comunicación, generalmente abonados a la idiocia “progre” o “políticamente correcta”, resaltaron la segunda afirmación sobre la primera, a título de “defensa de la tolerancia”. Cómo no. Lástima que el único extremo en el que Don Felipe parece coincidir con la opinión general sea precisamente el que en función de su título debería haberse ahorrado. Porque si es indudable que el Heredero de la Corona debe estar en primera línea de la lucha contra el terrorismo en general y el etarra en particular, ello no podrá hacerse si se proclama el respeto a todas las civilizaciones y culturas. Porque la mayor parte de las civilizaciones y culturas esclavizan, discriminan o anulan la libertad individual. Y sólo destruyendo esas bases culturales liberticidas podrá mantenerse la Libertad en España y extenderse por todo el mundo.
El Príncipe lee lo que le escriben y, por tanto, hay que preguntarse quiénes son estos escribas a los que tanto el Rey como la Reina y el Príncipe encargan sus alocuciones públicas, que deben estar controladas o al menos supervisadas por el Gobierno. No es descartable que sea el propio Gobierno el que produzca o ampare estos discursitos tontainas, previsibles y abonados a la retórica banal de los políticos intransitivos. Pero una cosa es que el Rey o el Príncipe no entren en concreciones ideológicas de signo partidista y otra, muy distinta, que en una situación como la producida en todo el mundo después del Once de Septiembre sean incapaces de establecer con claridad cuáles son los valores en que se fundamenta nuestra civilización occidental y son los mismos que proclama y defiende la Constitución Española. Y si el valor supremo es el de la Libertad, no puede haber respeto ni tolerancia algunos hacia las culturas esclavistas, fundamentalistas, discriminadoras y sexistas. Esas contradicciones de principio, que constituyen el flanco más débil de Occidente, son la aportación de la izquierda norteamericana a la estupidez liberticida universal. Bien están, aunque sean malas, para la reunión de la Internacional Socialista en Sevilla, de la que cabe esperar declaraciones temibles esta semana. No deberían aparecer nunca en el discurso del Rey ni del Príncipe, es decir, de la Jefatura del Estado Español.
Por cierto, que en vez de otro discurso bobo, retroprogre y contradictorio, nos gustaría que en próximos saraos ovetenses, bochornosamente administrados por Polanco, el Príncipe de Asturias hiciera el gran elogio y la evocación histórica de Covadonga y de la Reconquista, refundación cristiana y romana, es decir, occidental de España que tiene en tierras asturianas solar geográfico y simbología nacional. No sólo sería de lo más oportuno en plena guerra contra el terrorismo islámico. Es que a Don Pelayo, no a Don Jesús, le debe Don Felipe el cargo.
Federico Jiménez Losantos
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