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Federico Jiménez Losantos

Un suave aroma de prevaricación

Si las compañías auditoras -no todas, pero sí algunas de las importantes- labraron su descrédito durante las sucesivas crisis bancarias que empezaron con el asalto a Banesto y terminaron con Mario Conde en la cárcel, a las empresas de valoración técnica y presuntamente objetiva de los méritos en los que participan en concurso público les va a costar recuperarse de los estragos del paso por Fomento de Rafael Arias Salgado. No es que antes del hoy ejecutivo de Carrefour la política anduviese lejos de las decisiones presuntamente técnicas en materia de telecomunicaciones. La única diferencia es que en los gobiernos felipistas la corrupción era algo con lo que se contaba, porque en los últimos tiempos apestaba el aire nacional. En cambio, con Aznar en el Gobierno se daba por supuesto que el mal olor desaparecería. Pues bien, la estela de Arias empieza a dejar un todavía suave pero ya notorio aroma de prevaricación.

Ya quedó feísimo el rápido salto de Rafael Arias desde la lista del PP por Madrid a la lista de jefazos de Carrefour, sin dejar pasar el año de luto riguroso o los dos de alivio de luto económico que convienen a un ministro de ese rango. Pero esto de ahora es peor. Si Xfera y Movi2 compitieron por una licencia telefónica en un concurso trucado, y si las empresas que técnicamente aconsejaban sobre los méritos de los concursantes eran a su vez aconsejadas y hasta convencidas por el poder político para que cambiasen sus informes -como parece probarlo esa diferencia entre los dos informes sucesivos de la misma empresa favorable a uno u otro concursante- aquí va a tener que explicarse mucha gente. Empezando por el ex-ministro y siguiendo por el ministro actual, que seguramente conoce los secretos de aquella concesión tan controvertida.

Más tarde o más temprano, el propio Aznar tendrá que dar explicaciones. Mejor, pues, que comiencen sus ministros. Por mucho que pinte Florentino Pérez, no es muy lógico, y además Galdón no dejará que los apaños de Arias Salgado los acabe explicando Figo en el campo y Valdano en el palco. Ni siquiera en compañía de Butragueño.

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