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El viaje de Ana Palacio a Rabat ha sido una humillación no sólo a su persona, que probablemente lo merece por incauta y boquirrota (propuso en TVE que la Guardia Civil y Gendarmería marroquí persiguieran juntitas el contrabando en Perejil), sino al Gobierno de España, es decir, a España en su Gobierno. Por desgracia, vamos comprobando que a José María Aznar le preocupaba más el golpe a su imagen pública que suponía el tour por Perejil para la prensa extranjera convocado por Benaissa que enajenar un islote de soberanía española en el Estrecho y confiarlo a la buena voluntad de los Estados Unidos. Fue un error grave no actuar militaremente en el acto, fue un error gravísimo notificar a la UE y la OTAN de que el sultancito nos hacía pupa en la islita y ha sido un error bochornoso aceptar como obligación añadida que la señora ministra debiera ir a Rabat a humillarse ante el locutor de Abdelkader y Polanco, el charlatán Benaissa, que se ha hartado de proferir atrocidades y amenazas contra España.

Como Estados Unidos tiene muchas cosas que hacer en el mundo, no hay que pensar que se cuide del cumplimiento del acuerdo por parte marroquí. Como además depende de la interpretación de Powell (eso sí que es sentar sólidamente las bases de nuestra política exterior), vaya usted a saber si en la próxima guerra con Irak los USA no consideran oportuno interpretar que está bien que los marroquíes vayan enviando voluntarios a la isla y devolviéndolos otra vez a su casa, como ya están haciendo. No cabe duda de que Marruecos no tiene intención de cumplir este acuerdo, que por otra parte es el más gaseoso de la historia de la diplomacia española. Tampoco cabe duda de que los USA se han comprometido a respaldar al reino alauita en la cuestión del Sahara. Y como España ni debe ni puede cambiar ahora su postura, se encontrará fatalmente enfrentada a Marruecos, Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Todo eso, dentro de pocas semanas. La indignidad, la humillación, habrán servido de poco. Nunca sirven de nada, pero en esta ocasión todavía menos. Y todavía hablan de “éxito diplomático” los medios gubernamentales. Si llegamos a fracasar nos echan de Córdoba.

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