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Federico Jiménez Losantos

¿Y cuándo un beneficio es "extraordinario"?

Mucho liberalismo de boquilla y mucho proclamar en "El País" que desde el advenimiento del Beato Zapatero bajar los impuestos es de izquierdas, pero a las primeras de cambio el nuevo PSOE y su nuevo hombre fuerte en materia económica, Jordi Sevilla, vuelven por donde solían: toda crisis imprevista se soluciona con una subida de impuestos, todo el que gana mucho dinero es sospechoso, la fiscalidad está para castigar a la empresa con beneficios, y cuanto mayores sean los beneficios, más debe extremar su celo el Fisco depredador. El Borrell que abría los telediarios con Lola Flores en el banquillo no habría tenido ocurrencia mejor.

Pero socialismo y arbitrariedad suelen ir de la mano y una vez aliviadas las urgencias retóricas del rencor social los argumentos de los socialistas se muestran en su pavorosa indigencia. ¿Cómo se sabe que un beneficio es extraordinario? ¿Quién lo establece? ¿Y cómo puede tener valor moral y legal lo que diga el que lo diga si eso que dice no busca establecer un hecho teórico, aritmético o económico, sino dar una cifra, la que sea, para cobrársela?

Cuando se establece un régimen fiscal, el que sea, se limita el margen del Estado para apropiarse de los ingresos de los ciudadanos y de las empresas. Es un tanto por ciento de un margen de beneficio, pero la progresividad, que estaría mejor prohibida, se encuentra por lo menos limitada. Eso afecta a Repsol, a Iberdrola o a Prisa. No se puede cambiar el régimen fiscal en función de unos beneficios de la misma manera que no se cambia cuando los beneficios son menores. Es pura demagogia defender los beneficios de la pequeña empresa, como hace Zapatero, y pretender castigar a las grandes, como pretende Sevilla. Si quiere recortar grandes beneficios, que renuncie el Estado a la parte que le toca en los impuestos sobre hidrocarburos. Si no renuncia previamente el Estado, ¿cómo puede obligar a renunciar a una empresa, llámese como se llame y gane el dinero que gane? Ningún beneficio es extraordinario. Si es mayor, más se lleva el Estado. Pasar de ahí es negar el Estado de Derecho, hacer una ley para una sola persona o una sola firma, pero no por detentar un monopolio, que sería bueno, sino por rentable, que es un disparate. Subir los impuestos vuelve a ser de izquierdas. Y con total arbitrariedad, sigue siendo cosa del PSOE.

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