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Fernando Herrera

Aún quedan tesoros

¿Cuándo aprenderemos la lección? En cada actividad económica libre, no intervenida, tenemos un tesoro.

Estamos en plena crisis. Todo el mundo está desanimado; nadie tiene dinero; cómo vas a montar algo si nadie te lo puede comprar. Poco a poco, la iniciativa se anquilosa, y las distintas actividades económicas se vuelven monótonas. Los gobiernos asfixian de distintas formas a los emprendedores, y estos se extinguen. De repente un día, se abre una ventana.

Tras ella se nos muestra, por ejemplo, el mercado de los videojuegos. En este mercado, nada de lo de arriba parece estar ocurriendo. A finales del año pasado, Microsoft lanzó la maravillosa Kinect. Desde entonces, no cesa el flujo de juegos para el aparatito, que ya nos permite emular los bailes de Michael Jackson, rodar películas o practicar juegos de coordinación. Y más emociones fuertes que se prometen a la vuelta de la esquina, con los primeros juegos de guerra. Eso, sin olvidar que la reciente adquisición de Skype parece relacionada con reforzar el uso del aparatito y de los servicios de Xbox por internet.

Nintendo lleva ya un tiempo con la primera consola en tres dimensiones, la Nintendo 3DS. Parece increíble que en esa pantallita podamos ver al mismísimo Sonic saltar hacia nosotros, pero está pasando. Aunque no está teniendo todo el éxito que sus fabricantes esperaban, ¿quién duda de que el intento no haya merecido la pena?

También despierta interés la nueva WII U, aunque hay poca información sobre ella, y no la veremos hasta 2012. Sony, el tercero en discordia, tampoco quiere quedarse atrás, y lleva trabajando un tiempo en su Playstation Quattro o como quiera que la vayan a llamar, que también tiene a los jugones a la expectativa.

No son estos los únicos frentes abiertos en la industria del videojuego. Tendríamos que hablar también de los MMORPG, los juegos de rol en que participan muchos jugadores simultáneamente, y que constituyen una de las causas principales del crecimiento del tráfico en internet. Cada poco tiempo tenemos un nuevo título sobre la mesa, tratando de quitar el trono al aparentemente imbatible World of Warcraft.

¿Y qué decir de toda la oleada de juegos para Smartphones y tablets, al rebufo de las famosas tiendas de aplicaciones? ¿A alguien le suena el Angry Birds? Pues que sepa que la versión para móvil no es ninguna adaptación: es la original.

Pero es que esto es solo la punta del iceberg. A su alrededor se mueven otras muchas actividades e industrias: accesorios, fundas, prendas de ropa, merchandising, publicaciones... ¿Sabían que existe una revista íntegramente dedicada al juego de los SIMS? Yo, desde luego, la desconocía. Pero gracias a ella me entero de que existe toda una industria virtual dedicada a accesorios para este juego. Hay gente que compra ropa "virtual" pasa su SIMS, pagándola con euros nada virtuales.

Se mire donde se mire, el sector del videojuego está en plena efervescencia. ¿Qué es lo que pasa con los videojuegos que no ocurre, por ejemplo, con las telecomunicaciones (por hablar de un sector muy relacionado)?

Muy sencillo: en el mercado del videojuego hay libertad, casi absoluta libertad. Los Gobiernos no han visto aún cómo meter sus manos en él, quizá porque están muy ocupados tratando de meterlas en Internet. Y este es un mensaje de optimismo, porque vemos que el ser humano libre es capaz de generar riqueza, mucha riqueza, tanta riqueza, que parece increíble que estemos pasando por lo que estamos pasando.

¿Cuándo aprenderemos la lección? En cada actividad económica libre, no intervenida, tenemos un tesoro.

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