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Fernando Prieto

Libertad antes que paz

Si admitimos que la paz es consecuencia de la libertad y, por tanto que hay que empezar por la libertad para conseguir la paz, podemos empezar el trato.

Tras el anuncio del "alto el fuego permanente", editoriales y artículos; la prensa exponiendo interpretaciones diversas. Podríamos clasificarlos simplificadamente en cuatro categorías, dos extremos y dos centros: confianza y alegría, confianza desconfiada, desconfianza confiada, desconfianza y tristeza. Lo interesante es cómo justifica cada cual su posición: en muchos casos el que escribe se extiende en descalificar a las otras sin apenas apoyar la propia. Entre tantas palabras echamos de menos un poco de claridad. ¿Es posible dejar las cosas suficientemente claras?

Por de pronto, la opinión pública y quienes la crean han aceptado verbalmente el planteamiento de fondo de ETA: hay que conseguir la paz. Pero, ¿qué se entiende por paz? Sabemos qué entienden por paz ETA y quienes la apoyan: tener un País Vasco independiente. Otros, que no están en ese objetivo, también hablan de paz. Entienden por paz que ETA deje la violencia, que no mate y que no extorsione. Para estos otros, esa paz es el gran objetivo, al que hay que llegar, aunque tengamos que aceptar algunas condiciones desagradables. Pero este objetivo, que llaman paz, no concreta el contenido ni las condiciones. ¿Paz como sea? Creo que la opinión mayoritaria respondería que no: paz a cualquier precio, no. ¿Paz cualquiera que sea? Una pregunta esencial que muy pocos de los escritos tratan. ¿Cualquier ausencia de violencia es paz? En España hemos vivido en paz durante cuarenta años. ¿Queremos esa paz? En Cuba evidentemente hay paz. ¿Queremos esa paz? En la extinta URSS, fuera del tiempo de la Guerra Mundial, había paz ¿Queremos esa paz? Una paz sin libertad es perfectamente posible.

Hablar de paz sin calificar es hacerle juego a los terroristas. Para evitarlo bastaría con dejar bien claro que queremos una paz que sea fruto de la libertad. Cabe plantear plantear ahora una pregunta análoga a la anterior: ¿libertad cualquiera que sea? La respuesta la tenemos a mano: libertad de las personas y, en consecuencia, de los grupos e instituciones, tal como está definida en la Constitución. Para hablar de paz, hay que definirla primero. Para hablar de libertad ya tenemos la definición. No queremos más que la que define la Constitución, pero no queremos menos. Siguiendo con esta lógica hay que dejar claro que el problema fundamental del País Vasco es el que un grupo terrorista quiere conseguir sus objetivos despojando de su libertad a muchos ciudadanos. La solución es que este grupo acepte que todos los ciudadanos del País Vasco sean civil y políticamente libres. Libertad para que los separatistas vascos planteen sus reivindicaciones, por supuesto, pero aceptando que esa misma libertad han de tener otros para que planteen sus reivindicaciones. Que no se atente contra las personas con la violencia física, pero tampoco con la violencia moral, como la del asesino que pone su negocio en el bajo del piso de la víctima.

Si admitimos que la paz es consecuencia de la libertad y, por tanto que hay que empezar por la libertad para conseguir la paz, podemos empezar el trato.

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