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PANORÁMICAS

¿Sueñan los humanos con unicornios furiosos?

A finales de los 70 y principios de los 80, un director procedente del mundo de la publicidad puso patas arriba el espectáculo cinematográfico. Ridley Scott, con Los duelistas, Alien y Blade Runner, sentó las bases de la madurez barroca, el romanticismo virtual y el futurismo tecnológico.

A finales de los 70 y principios de los 80, un director procedente del mundo de la publicidad puso patas arriba el espectáculo cinematográfico. Ridley Scott, con Los duelistas, Alien y Blade Runner, sentó las bases de la madurez barroca, el romanticismo virtual y el futurismo tecnológico.
Estrenada en dura competencia con otro hito que también se convertiría en mito: el ET de Spielberg, Blade Runner ha sido limpiada de polvo y paja para una reedición doméstica y en pantalla digital cinematográfica, como también se hizo con ET hace cinco años. La industria cinematográfica se asimila a otras industrias y hace retoques no sustanciales que permiten alargar la vida comercial de sus productos manufacturados.
 
Hay quien se rasga las puristas vestiduras, pero quienes gustamos de la crítica de la cinematografía impura no podemos sino darnos con unas palomitas en los dientes ante la oportunidad de volver a disfrutar de Blade Runner en una pantalla gigante como hace veinticinco años, cuando éramos unos críos. Y les aseguro que la fascinación, la sorpresa y el encogimiento emocionado siguen ahí, cuando se vuelve a contemplar esta maravilla que no ha perdido, todo lo contrario, un ápice de su vigor, complejidad, belleza y profundidad.
 
En el momento de su estreno, la crítica cinematográfica convencional la machacó. En general, pareció pretenciosa y preciosista, una incitación al consumismo por la abundancia de anuncios publicitarios, lenta para ser una película de acción, superficial en su ambición metafísica e ingenua en la dimensión humanista. La comparaban, despreciativos, con la monumental Metrópolis de Fritz Lang, el entrañable Frankestein de Whale o el negro y retorcido El sueño eterno de Hawks. Cualquier tiempo pasado fue mejor, según la crítica acomodada en lo alto del panteón academicista.
 
Pero veinticinco años son suficientes para que Blade Runner se haya ganado, a golpe de VHS primero y de DVD después, el prestigio de los clásicos y el fulgor de las películas de culto. Ahora está en la cumbre del cine de ciencia-ficción, junto a 2001: Una odisea del espacio. Con la película de Kubrick comparte, precisamente, el tema prometeico de la rebelión de las creaciones del hombre contra éste y la visión pesimista sobre la evolución de la especie humana, debido a la dominación de la razón instrumental sobre la razón moral.
 
¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?, se titula el relato de PK Dick que inspiró la trama. Los cinco replicantes (androides biológicos) que huyen de las colonias galácticas, donde están esclavizados, a la Tierra para encontrar al ingeniero genético de la Tyrell Co. que los fabricó se aferran a sueños de libertad y seguridad y a sus recuerdos de familias felices. Pero los recuerdos son ficticios, implantados a partir de humanos "auténticos", y los sueños de prolongar la vida se revelarán imposibles.
 
En la Tyrell, su padre tecnológico explica a Roy, el líder de los Nexus 6.0 (Rutger Hauer, que se tomó licencias como el pelo blanco y su famoso discurso final sobre naves ardiendo más allá de Orión y lágrimas disueltas en la lluvia), que el precio de ser tan inteligentes y fuertes, una raza de superhombres, es una corta esperanza de vida:
La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con mucha intensidad, Roy.
Deckard es el detective encargado de buscar a los esclavos androides y retirarlos, un eufemismo para aludir a su asesinato. Harrison Ford, justo después de ser el travieso bribón de La guerra de las galaxias y el héroe clásico de Indiana Jones, interpreta al oscuro detective que sueña con unicornios y se enamora de una replicante, a la que también habrá de retirar. Y fue precisamente él quien mejor definió la película: es "una historia sobre si se puede mantener una relación significativa con una tostadora".
 
El problema es que la tostadora no sólo te tuesta el pan, sino que te gana al ajedrez, se acuesta contigo (robotofilia), llora como una magdalena, interpreta Vivaldi al piano y plantea cuestiones hamletianas, al estilo de "Ser esclavo consiste en vivir con miedo".
 
Blade Runner se diferencia de 2001 en el diseño de producción. Si Kubrick imaginó un futuro de estilo Bauhaus, minimalista, geométrico y blanco, Scott –flanqueado por unos efectos especiales de Douglas Trumbull, Richard Yuricich y David Dryer y la dirección artística de Lawrence G. Paull, David L. Snyder y Linda DeScenna– dibujó un año 2019 en el que Los Ángeles se ha convertido en una especie de basurero internacional azotado por un monzón permanente, en el que no queda un bicho natural, aparte de las ratas y las palomas, y en el que reina la sospecha de que todos los humanos están mortalmente enfermos o bien son androides que no saben que lo son.
 
Este clima de degeneración física y moral traza un futurismo apocalíptico. O un hiperrealismo pesimista. Al comienzo de la película vemos a Deckard en una taberna asiática instalada en la calle comiéndose un plato de espaguetis. La negrura y soledad opresiva de esta primera secuencia remite a Nighthawks, la célebre pintura de Hopper que Scott mostraba al equipo de producción para transmitirles el feeling y el look que buscaba.
 
Blade Runner es en algunos aspectos una película conceptual. Y en este sentido es divertido averiguar, de entre la miríada de empresas anunciadas en las pantallas y pancartas de la ciudad, cuáles han resistido el paso del tiempo –la destrucción creativa como esencia del capitalismo, de que hablaba Schumpeter–: Anaco, Atari, Atriton, Bell, Budweiser, Bulova, Citizen, Coca-Cola, Cuisine Art, Dentyne, Hilton, Jovan, JVC, Koss, Lark, Marlboro, Million Dollar Discount, Mon Hart, Pan Am, Polaroid, RCA, Remy, Schiltz, Shakey's, Toshiba, Star Jewelers, TDK, The Million Dollar Movie, TWA, Wakamoto...
 
Pero también es una película esencialmente retiniana, e implícitamente un homenaje a la vista. Al ojo como ventana a la realidad y la verdad. La secuencia inicial consiste en un ojo que mira maravillado las llamas que iluminan las moles piramidales en el paisaje de la ciudad. La máquina de la verdad que permite aplicar el test Voight-Kampff capta en una pantalla el ojo del sospechoso. Los ojos de los replicantes brillan como los ojos del búho sintético que posee Tyrell, el cual lleva unas gafas inmensas que hacen igualmente inmensos sus ojos miopes. Ojos sintéticos son los que destruye fascinado el replicante Leon. Y Roy decidirá que su padre putativo Tyrell ya ha visto demasiadas cosas. Al tiempo que, como testamento, dejará a Deckard un relato de las cosas que sus ojos han captado:
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia...
 
BLADE RUNNER (EEUU, 1982; 112 minutos). Director: Ridley Scott. Guión: David Webb Peoples y Hampton Fancher. Intérpretes: Harrison Ford, Sean Young, Daryl Hannah, Rutger Hauer, Edward James Olmos, Joanna Cassidy, Brion James, Joe Turkel. Calificación: Etiqueta Negra (10/10).
 
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