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Florentino Portero

De ilusión también se muere

Obama nunca tuvo una alternativa a la política de Bush que no fuera la simple aceptación del programa nuclear iraní con todas sus extraordinarias consecuencias en la seguridad regional.

Con el marketing político se pueden ganar elecciones, pero no se puede gobernar. Qué duda cabe que siempre resulta una herramienta útil para el inquilino de la Casa Blanca, pero no deja de ser un complemento. Obama convenció a buena parte de los estadounidenses de que ellos podían cambiar la realidad. Yes, we can fue el lema que movilizó ilusiones, que animó a millones a engañarse. Obama supo capitalizar el cansancio tras años de tensión ideológica, campañas militares y un futuro que se cernía más y más negro. Aseguró a la población que todo era evitable, que era posible otra América y otro futuro. La voluntad es una fuerza formidable en política y es posible que Obama sea capaz de llevar a buen puerto alguna de las grandes reformas que ha puesto en marcha en política interior. Pero el ámbito internacional es otro cantar. No basta con la voluntad para que la realidad cambie.

Bush no se inventó la crisis nuclear iraní. Ésta venía de muy atrás. Tampoco es responsable de su equivalente norcoreana, que fue uno de los primeros temas que se encontró Bill Clinton al llegar a la Casa Blanca. Tampoco resulta fácil endosar al detestable expresidente el enredo de Oriente Medio ni el proceso de islamización palestino. No, we can’t. Ni el todopoderoso presidente de los Estados Unidos puede resolver con voluntarismo problemas tan complejos, que pueden tener gestión pero no solución en el corto y medio plazo. En este sentido el viaje del primer ministro israelí a Washington ha resultado ejemplar. Días antes se especulaba sobre las presiones que ejercería Obama sobre Netanyahu para que reconociera la opción de los dos Estados. Al final el pragmatismo del israelí arrolló la falta de argumentos estratégicos del norteamericano. Más aún, puso en evidencia la inacción norteamericana ante el programa nuclear iraní, sin lugar a dudas una cuestión vital para Israel. Obama tuvo que justificar su estéril invitación al diálogo con el Gobierno de Teherán recordando que tenía un límite temporal.

El tiempo desvela la falta de contenido de una buena campaña de marketing, que se disuelve un azucarillo en un vaso de agua. Obama nunca tuvo una alternativa a la política de Bush que no fuera la simple aceptación del programa nuclear iraní con todas sus extraordinarias consecuencias en la seguridad regional. Los gobernantes de Teherán no parecen albergar dudas al respecto. Desde que accedió a la Casa Blanca los actos de desdén se han ido sucediendo en paralelo a los que le ha propinado el Gobierno de Corea del Norte. El mensaje de los ayatolás es claro y meridiano, quien debe cambiar es Estados Unidos. Ellos prosiguen con sus planes nucleares y de misiles. Ya sabemos que tienen capacidad para "golpear" territorio israelí. En breve nos comunicarán que están en condiciones de situar una cabeza nuclear en uno de estos misiles.

El ser humano está en su derecho de engañarse, de no enterarse de lo que ocurre a su alrededor, de inventarse una realidad en paralelo, de vivir en unMátrix...pero no está en condiciones de evitar las consecuencias de esa huida cobarde. Todos aquellos que de una u otra forma han colaborado en permitir que Irán se convierta en una potencia nuclear, llevándose por delante el régimen de no proliferación, serán corresponsables de sus consecuencias, que pueden llegar a ser devastadoras.

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