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Florentino Portero

Las armas no tienen alma

No estamos en el umbral de una época de desarme, sino ante la crisis del régimen de no proliferación nuclear. Corea del Norte lo ha violado y ahí sigue.

La diplomacia norteamericana se encuentra en plena escenificación de su nueva política nuclear. Comenzaron con la presentación del Nuclear Posture Review Report, o principios generales de la estrategia nuclear, siguieron con la firma del renovado Tratado START y avanzan con decisión hacia la conferencia para renovar el Tratado de No proliferación Nuclear investidos de un aura desarmamentista que tratan por todos los medios de consolidar. No voy a tratar de analizar los dos primeros pasos, que requerirían más espacio del reservado para esta columna, y que ya el GEES comentó en su columna de ayer. Sobre la nueva estrategia nuclear sólo quiero apuntar que los documentos de esta naturaleza son, por encima de todo, un ejercicio de método, de racionalidad. De ahí que la mejor calificación posible sea la referencia a su solidez. Dicho lo cual, si algo caracteriza la nueva estrategia nuclear norteamericana es su fragilidad argumental.

Quisiera llamar la atención del lector sobre una idea obsesiva en el discurso de Obama y que es muy querida por los políticos europeos. Me refiero a aquella que hace referencia a que la disminución, o incluso la desaparición de las armas nucleares supone una garantía para la paz y la seguridad. Es una de esas ideas que se repiten como si resultara algo obvio, pero que la experiencia y el sentido común demuestran que no lo es en absoluto.

Las armas carecen de naturaleza moral, por lo que no pueden ser buenas o malas. La moralidad es algo referido a la conducta de seres dotados de capacidad racional. El uso de un arma por una o varias personas puede ser bueno o malo, correcto o incorrecto, inteligente o estúpido. Podemos utilizarlas para defender nuestra libertad o, por el contrario, para privar de ella a nuestro vecino. El que los gobiernos tengan más o menos armas no resuelve nada, cosa distinta es que lleguen a acuerdos de control de armamento que garanticen la paridad entre las partes, poniendo fin a cualquier situación de superioridad que pudiera animar a una acción preventiva. La idea de que las armas nucleares son un problema per se es un grave error. Gracias a ellas continuamos disfrutando del período más largo de paz en Europa en muchísimo tiempo. Las armas nucleares tienen una formidable capacidad de disuasión, hasta el punto de hacer imposible la victoria y esa propiedad es todo menos desdeñable. El que nosotros estemos dispuestos a liberarnos de ellas no quiere decir que los demás sean tan insensatos como para seguir nuestro camino. Aplaudirán nuestro desarme porque les hará comparativamente más fuertes, pero nada más.

No estamos en el umbral de una época de desarme, sino ante la crisis del régimen de no proliferación nuclear. Corea del Norte lo ha violado y ahí sigue. Irán está a punto de conseguir acceder al armamento atómico y ni siquiera está en la agenda del Consejo de Seguridad. Venezuela ha mostrado interés... Mejor nos iría si dejáramos la demagogia a un lado y nos concentráramos en mantener en pié aquello que tanto nos costó levantar. El régimen de no proliferación fue un paso importante y lo estamos dejando morir en un ejercicio de irresponsabilidad que difícilmente nos perdonarán nuestros hijos.

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