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Francisco Cabrillo

Los "debates" electorales

Por el momento, el señor ministro de Economía se limita a asegurarnos que él gestionará mejor que sus adversarios una crisis que no existe. Reconocerán ustedes que mantener así un debate electoral que tenga un mínimo de interés resulta bastante difícil.

Los comentaristas políticos insisten estos días en que, dado el equilibrio de fuerzas entre los dos principales partidos, los debates entre sus dirigentes pueden resultar decisivos en las elecciones del mes próximo. Es posible que sea cierto. Pero me parece que estos debates, en nuestro país, suelen servir más para mostrar el carácter o la capacidad dialéctica de los políticos que para dejar claras a los votantes las ideas de los partidos ante los problemas que realmente les preocupan. En efecto, una de las peculiaridades de la vida política española es que los llamados debates electorales entre los candidatos de los diversos partidos suelen dejar bastante fríos a quienes los escuchan.

Muy diversas explicaciones pueden darse a este hecho. Pero me parece que una de las más relevantes es que un debate político no suele consistir en España en una "controversia sobre una cosa entre dos o más personas", que es como el diccionario de la Real Academia define el término. Lo que ocurre, en la mayor parte de los casos, es que cada uno de los que intervienen en la discusión habla de una cosa diferente y aquello termina siendo, generalmente, lo que en lenguaje popular se denomina un "diálogo de besugos" en el que al profano en la materia en cuestión le resulta muy difícil sacar algo en limpio.

Sólo un ejemplo. Hemos visto ya algunos de estos llamados debates preelectorales sobre cuestiones relevantes de la economía española. Y pocas cuestiones hay más importantes, en estos momentos, que el fuerte crecimiento del paro a lo largo de las últimas semanas. Que el ciclo económico está cambiando en nuestro país y que el panorama es preocupante es algo que perciben no sólo todos los analistas independientes, sino también el hombre de la calle, como reflejan todas las encuestas reciente. Sólo el Gobierno parece negarlo y sus representantes siguen fielmente la consigna de que la crisis no existe. Por ello, cuando se plantea el problema del aumento del paro procuran no entrar en materia y señalar –por ejemplo– que, a lo largo de la legislatura se han creado un gran número de puestos de trabajo. Esto es cierto, sin duda, pero muy poco relevante para abordar el problema al que nos enfrentamos en la actualidad.

Hace algunos días el ministro de Economía decía algo realmente curioso: la economía española marcha estupendamente y es falsa la idea de que nuestro país está entrando en una crisis. La afirmación no deja de resultar sorprendente en los momentos actuales. Pero más llamativo es aún lo que dijo a continuación: yo tengo mucha más capacidad y experiencia que el señor Pizarro para gestionar la crisis. La sorprendente ocurrencia de Solbes me recuerda a aquella historia en la que Borges hace una referencia a un viajero árabe medieval, Abulcasim Al-Asharí, quien decía haber llegado una vez al reino de China; pero sus detractores –"con esa lógica peculiar que da el odio", comenta Borges– juraban que nunca había pisado la China y, al mismo tiempo, que en los templos de aquel país había blasfemado de Alá. No hemos llegado a tanto en España, pero no estamos demasiado lejos. Por el momento, el señor ministro de Economía se limita a asegurarnos que él gestionará mejor que sus adversarios una crisis que no existe.

Reconocerán ustedes que mantener así un debate electoral que tenga un mínimo de interés resulta bastante difícil. Parece que, dentro de pocos días, Solbes y Pizarro se encontrarán cara a cara frente a las cámaras de televisión. Esperemos que en esta ocasión haya debate de verdad.

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