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Francisco Cabrillo

¿Por qué lo hacemos?

Es un error, en efecto, identificar beneficios y riqueza material. Afortunadamente casi todos buscamos muchas más cosas que el dinero. Pero, eso sí, cuando adoptamos una decisión, sea del tipo que sea, estimamos si nos resultará o no beneficiosa.

Si preguntáramos a una persona de la calle de qué se ocupan los economistas obtendríamos, seguramente, una respuesta muy diferente de la que nos daría un economista profesional. Para la mayoría de la gente, la economía trata con exclusividad de cuestiones como la inflación, el crecimiento de la renta nacional, los beneficios de las empresas o la tasa de paro. Estas son, sin duda, cuestiones que afectan directamente a la economía. Pero el objeto de nuestra ciencia es mucho más amplio.

Imagine el lector que tienen que acudir a una entrevista de trabajo y está muy justo de tiempo. Va conduciendo su coche y ve un hueco en el que puede aparcar. Lo malo es que junto al hueco hay una señal que expresamente se lo prohíbe ¿Qué haría usted? No existe, desde luego, una respuesta evidente, porque su decisión final dependería de muchas circunstancias: la importancia de la cita, la probabilidad de que algunos metros más adelante haya una plaza libre, la multa que le puede poner un guardia si descubre su infracción o la probabilidad de que ese policía pase junto a su coche mientras usted está en la entrevista. Si se está usted jugando su futuro profesional, o si sabe que en esa calle rara vez ponen multas, seguramente dejará el coche en el lugar prohibido. En cambio, si cree que llegar tarde no tiene mucha importancia o que es casi seguro que, si aparca mal, acabe con una multa elevada en su parabrisas, dedicará más tiempo a buscar otro sitio.

¿Es ésta una decisión económica? Poca duda cabe de que loes, ya que la lógica de su razonamiento no es muy diferente de la que existe, por ejemplo, en una decisión sobre la conveniencia de invertir o no una parte de nuestros ahorros en acciones de alta rentabilidad y riesgo elevado. Y sería fácil mencionar otros muchos ejemplos de actividades en las que actuamos con criterios económicos, es decir, calculando los costes y beneficios de la decisión que adoptemos. Si contrato a un dependiente para mi tienda estoy realizando, sin duda, una actividad económica. Pero, ¿no hago un razonamiento similar cuando decido casarme con Pepita o irme de vacaciones a la playa? ¿O a la hora de planificar cualquier actividad?

Hay ocasiones en las que parece que nuestra decisión es poco racional, desde el punto de vista económico. Pero en realidad no es así, ya que nuestras preferencias son muy diversas y complejas. Un ejemplo sencillo: ¿por qué dedico mi tiempo a escribir artículos en Libertad Digital, en vez de al asesoramiento de empresas, ocupación, sin duda, mucho mejor remunerada? La respuesta es sencilla. Escribir artículos en esta publicación me ofrece unos beneficios no monetarios muy superiores a los que obtengo trabajando como técnico en una empresa. Y no sólo de dinero vive el hombre. Es un error, en efecto, identificar beneficios y riqueza material. Afortunadamente casi todos buscamos muchas más cosas que el dinero. Pero, eso sí, cuando adoptamos una decisión, sea del tipo que sea, estimamos si nos resultará o no beneficiosa. Así vemos la vida los economistas. Y confío que a lo largo de los próximos meses hagan lo mismo los lectores de Libertad Digital que sigan la serie de artículos que hoy empieza.

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