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Francisco Cabrillo

¿Qué es un jefe de Gobierno "importante"?

Aunque Churchill sea una figura de mayor peso en la historia política de Gran Bretaña, la huella que dejó en la vida del ciudadano medio fue menor que la de Attlee o Thatcher.

En este mundo de rankings y competiciones es habitual preguntarse quién ha sido el mejor científico, el mejor escritor… o el mejor futbolista de una determinada época. ¿Por qué no preguntarse también quién ha sido el político más relevante? Esto es lo que un historiador británico ha tratado de hacer con respecto a los primeros ministros de su país en el pasado siglo XX.
 
En este caso no se trata de encontrar al "mejor" político, tal vez porque los criterios para establecer tal jerarquía sean demasiado complejos y no encuentren aceptación unánime. Existen, en cambio, criterios objetivos para determinar quién ha influido más –para bien o para mal– en la evolución de su país y en la vida de sus ciudadanos. Una breve mirada a nuestro propio país ayudará a entender esta distinción. Podrá gustarnos o no la figura de Franco; pero poca duda cabe de que el jefe de Gobierno y el jefe de Estado que mayor huella dejó en la España del siglo pasado.
 
En el caso de Gran Bretaña, donde –afortunadamente– no ha existido nada parecido a un Stalin, un Castro o un Franco, la elección resulta bastante más difícil. Y no es extraño que los resultados del estudio hayan causado una cierta sorpresa en la opinión pública. Para el autor de la investigación no fue Winston Churchill el personaje más importante. A pesar de haber sido una figura fundamental en la política británica durante medio siglo y el líder indiscutible en la victoria en la Segunda Guerra Mundial, sólo ocupa el cuarto puesto. El ranking lo encabeza Margaret Thatcher; el segundo puesto es para Clement Attlee, el primer ministro cuyo legado Thatcher consiguió cambiar en gran medida; y el tercero para Edward Heath, el político conservador al que los militantes de su propio partido rechazaron tras una gestión de gobierno realmente mediocre.
 
¿Por qué este orden? Sin duda porque lo que queda de un gobernante no son sus grandes gestos, sino la forma en la que dirigen la vida económica de su país. Y Gran Bretaña fue, ciertamente, un país distinto de lo que era antes, cuando Thatcher y Attlee dejaron el cargo. Y el caso de Heath es seguramente el más curioso porque, aunque fuera un primer ministro muy poco brillante, consiguió la entrada de su país en lo que hoy es la Unión Europea. Y, ciertamente, esto supuso un cambio fundamental para la economía y la sociedad británicas.
 
Tras la Segunda Guerra Mundial el Gobierno laborista salido de las urnas en 1945 condujo a Gran Bretaña hacia una economía a caballo entre el capitalismo y el socialismo, en la que la regulación aumentó en gran medida, se nacionalizaron empresas, se creó un sistema universal de seguridad social y se elevó la presión fiscal como nunca se había visto hasta entonces, llegando los tipos marginales del impuesto sobre la renta a superar el 95% para las rentas más altas. El modelo fracasó, pero prevaleció durante más de tres décadas y Gran Bretaña pasó a ser el "enfermo de Europa", quedando, en renta per cápita y nivel de bienestar, muy por detrás de los países de la Europa continental, que había sufrido mucho más en el curso de la guerra.
 
Lo que hizo Thatcher fue justamente lo contrario que Attlee: tratar de desregular la economía, privatizar empresas públicas y reducir los impuestos, dejando el tipo máximo del impuesto sobre la renta en el 40%. Y sus reformas no sólo consiguieron hacer de la economía británica una de las más competitivas de Europa en sus años de mandato, también condicionar la política económica de sus sucesores, hasta el punto de que la política de los últimos gobiernos laboristas sería impensable sin las reformas de Thatcher.
 
Desde este punto de vista, aunque Churchill sea una figura de mayor peso en la historia política de Gran Bretaña, la huella que dejó en la vida del ciudadano medio fue menor que la de Attlee o Thatcher. Por mucho que les pese, las grandes figuras históricas no siempre son importantes para nuestra vida diaria y para nuestro bolsillo.

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