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Francisco Cabrillo

Valentín Andrés Álvarez, bailarín de tangos

Tras varios intentos frustrados, la primera facultad española de Ciencias Políticas y Económicas se creó en Madrid en la primera mitad de la década de mil novecientos cuarenta. Y uno de los primeros catedráticos que enseñaron teoría económica en esa facultad fue don Valentín Andrés Álvarez.
 
Pero, antes de que llegara ese momento, nuestro personaje había pasado por experiencias muy variadas a lo largo de su vida, en la que llevó a cabo las actividades más diversas que uno pueda imaginar. Más que un catedrático de Economía, Álvarez fue un personaje del Renacimiento transplantado al Madrid –y al París– del siglo XX. Parece que un día Ortega y Gasset, que era buen amigo suyo, le dijo: “Valentín, ¿qué es lo que ha dejado usted de ser hoy?”
 
El hecho de dedicarse profesionalmente a la Economía fue, en realidad, fruto del azar. Valentín Andrés Álvarez nació en Grado (Asturias) el año 1891. En 1907 se trasladó a Madrid a estudiar Farmacia –la profesión de su padre– y Ciencias Físicas. Y unos años más tarde marchó a París, donde, al menos en teoría, se planteó estudiar cálculo de probabilidades. Pero como la carne es flaca, por más que el espíritu esté pronto, poco tiempo dedicó nuestro personaje a las Ciencias Matemáticas y mucho, sin embargo, a la literatura y a los cabarets. Pero algo extraño sucedió en su estancia en París, que afectaría profundamente a su vida y la orientaría hacia la Economía, disciplina por la que no parece que hubiera sentido con anterioridad mayor atracción. Contaba él mismo que un día, en la biblioteca de Santa Genoveva encontró, por pura casualidad, un ejemplar del Manual de Economía de Wilfredo Pareto, una de las obras claves en el desarrollo de la economía matemática de principios del siglo XX. Lo leyó con entusiasmo. Y decidió que esta era la ciencia que realmente le interesaba.
 
Pero aún pasarían muchos años antes de que consiguiera una cátedra universitaria en esta disciplina. Sus múltiples aficiones retrasaron, de hecho, tal momento hasta el año 1942, cuando nuestro flamante catedrático contaba ya cincuenta y un años. Y, como es lógico, sus aportaciones a la ciencia económica fueron bastante modestas, sobre todo si las comparamos con otros protagonistas de estas historias. Se recuerda de él alguno de sus trabajos sobre la balanza de pagos española y poco más. Pero, en el caso de nuestro personaje, su vida, fue muy superior a su obra científica. Y, por ello, podemos recordarlo hoy como el único economista que ha sido también, bailarín profesional de tangos... además de escritor, autor teatral y muchas otras cosas, naturalmente.
 
Parece, en efecto, que en algún momento de debilidad económica en sus años parisinos, el bueno de don Valentín no tuvo reparo en obtener algunos francos trabajando en esa hermosa profesión, por la que debió sentir bastante afición. De hecho, él mismo llegó a relacionar su propia actividad intelectual con los ritmos argentinos. Habitual de las clases de Ortega en la universidad de Madrid durante algún tiempo, supo compatibilizar, de una forma un tanto peculiar, la filosofía de Kant con la del cabaret madrileño. Nadie mejor que él mismo para narrar esta original experiencia: “Salíamos al anochecer –escribió en el prólogo de su obra Novela y Teatro– y yo muchas veces, con la Crítica de la razón pura bajo el brazo, me iba a bailar a Maxim´s. Los mismos oídos que recogieran momentos antes graves problemas metafísicos recibían ahora tangos y foxtrots. Dentro de mí tuvo lugar el contacto cósmico de la categoría kantiana y el tango argentino. Emparejamiento tan extraño no fue estéril. Tengo a todas mis obras por hijas de él”.
 
No cabe duda de que la inspiración para la obra literaria o científica puede surgir en cualquier momento y en las más diversas circunstancias. Pero creo que, en pocos casos, encontraremos una mezcla tan original como la que sirvió de fuente a la creación de nuestro personaje.

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