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Francisco Capella

Contra la fiscalidad global

Jesús Lizcano Álvarez, catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid, acaba de publicar en El País un artículo en defensa de la tasa Tobin. Se trata de un impuesto mundial propuesto por el norteamericano James Tobin (premio Nobel de Economía en 1981), consiste básicamente en gravar el uno por mil de las transacciones financieras en los mercados internacionales de divisas.

Al profesor Lizcano los mercados cambiarios le parecen demasiado volátiles, inconsistentes, aleatorios (como un casino), variables e impredecibles, y excesivo su volumen y nivel especulativo. La tasa Tobin podría "desincentivar y reducir las continuas compras y ventas de divisas que se hacen diariamente por millones con carácter de apuestas especulativas". Resulta chocante que un catedrático de economía financiera no entienda la naturaleza positiva de la especulación para uniformar los precios de los bienes en el tiempo: el especulador no es un apostante en un juego de azar, sino que compra cuando un bien está barato, incrementando su precio, y vende cuando está caro, disminuyendo su precio.

Los especuladores monetarios son los perros guardianes que dificultan la comisión de tropelías monetarias por parte de políticos ineptos y sin escrúpulos. Obstaculizar los intercambios voluntarios y el funcionamiento de los mercados de divisas es una pésima idea (los volvería más inestables al hacer más difíciles los ajustes), pero muy del agrado de los déspotas que nos gobiernan. Es obvio que los políticos estarán encantados de que les den oportunidades de apropiarse de más riqueza ajena de la forma más cómoda posible.

En un intento de justificar moralmente este patoso proyecto de ingeniería social a escala mundial, Lizcano dice que los recursos financieros que se obtendrían, "se podrían destinar a importantes fines sociales, fundamentalmente en los países del Tercer Mundo." Naturalmente, un robo sistemático a tal escala generaría un botín espectacular confiscado a sus legítimos propietarios. Es la vieja falacia económica de que el dinero que les sobra a los ricos es mejor aprovechado por los pobres. Todos los colectivistas excusan sus coacciones con la ayuda a los más débiles.

En el colmo de los despropósitos, Lizcano indica que este impuesto podría servir "para ampliar el libre comercio internacional", y parece alegrarse de que los ciudadanos no podrían evitarlo fácilmente (utilizando paraísos fiscales), porque la mayor parte de las transacciones financieras del mundo se producen en unas pocas plazas controladas; propone incluso el boicoteo de los países "que no respetasen el pago de esta tasa legal". Este catedrático espera "que los políticos puedan estar a la altura de los ciudadanos y de una sociedad moderna como la actual, que puedan regalarnos esta primera iniciativa fiscal de ámbito mundial". Resulta escandaloso hablar en nombre de todos para calificar de regalito lo que es un penoso castigo. Esperemos que no cuele esta disparatada iniciativa.

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