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Francisco Capella

Patético Patten

¿Moralidad de pensamiento, palabra, obra, u omisión? Para Chris Patten, el comisario europeo de Relaciones Exteriores, "es inmoral pensar que nuestra civilización es superior". Se ha encolerizado porque Silvio Berlusconi ha afirmado la superioridad de la civilización occidental frente al mundo árabe y musulmán. Y claro, no conviene decir la verdad, no sea que alguien pueda sentirse ofendido.

Una civilización se desarrolla mejor si respeta con justicia el inalienable derecho de propiedad que cada individuo tiene sobre sí mismo y sus posesiones legítimas; si su sistema económico es capitalista, si los individuos tienen libertad para emprender sus propios proyectos y existe el intercambio voluntario sin trabas; si la inteligencia, la razón, la experimentación y a la creatividad -en lugar de la fe ciega, la superstición y la aceptación irreflexiva de dogmas arbitrarios- guían la producción de ciencia, tecnología y arte; si se fomenta la responsabilidad y la tolerancia en lugar de la violencia; si se aprovecha el potencial humano de todos los miembros de la sociedad, en lugar de excluir de forma coactiva a grandes de sectores de la población (como por ejemplo las mujeres); si el sistema social tiene la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios y asimilar de forma beneficiosa las influencias externas.

Aunque la civilización occidental no es ideal en nada de lo anterior, está mucho más cerca de ello (y por esto es superior) que otras culturas que son rígidas, irracionales, colectivistas, intolerantes, y, en ocasiones, incluso brutales. Cierto que Occidente ha protagonizado persecuciones religiosas, guerras mundiales y diversos holocaustos; pero esto ha sido en el pasado, y siempre que ha traicionado su esencia. En otras culturas, la esencia es la negación de la libertad individual. Esas otras "civilizaciones" (no merecen la dignidad que otorga ese nombre, tampoco el de culturas, que implica ser cultos) son inmovilistas e incapaces de aprender, no admiten cambios evolutivos.

Si uno no tiene la capacidad suficiente para comprender el funcionamiento de la sociedad, no tiene más que fijarse en ciertos indicativos como, por ejemplo, dónde se vive mejor, dónde hay más libertad, más oportunidades de desarrollo; de dónde vienen y hacia dónde van los flujos migratorios; dónde se aceptan y asimilan otras culturas y dónde están prohibidos los contactos con el exterior; quiénes envidian y quiénes son envidiados...

Insiste Patten en que "tendrían que practicar la humildad franciscana quienes hablan de nuestra superioridad". Este vergonzoso relativismo ético recuerda aquello de que, en ocasiones, la humildad es la virtud de quien no tiene otra. Si los europeos tenemos algo de qué avergonzarnos es de nuestros políticos, representantes tan “humildes” que creen que pueden dirigir nuestras vidas, darnos la felicidad y hablar en nombre de millones de nosotros. Sorprende que quien fue el último gobernador británico en Hong Kong (uno de los lugares más prósperos y libres del mundo) y presidente del Partido Conservador inglés, no entienda qué es lo que hace a una civilización superior a otra.

Y un consejo: no dejen de leer en El Mundo lo que estos días está publicando Oriana Fallaci, "La rabia y el orgullo". Una maravilla esclarecedora.

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