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Francisco Capella

Populismo casero

Cada ama de casa ha cuidado de su hogar y de sus familiares, no de los hogares de otros y de personas extrañas; si tiene alguna reclamación debería resolverla en su propio domicilio.

Los pocos retazos de liberalismo que pueda tener el Partido Popular resultan a menudo muy difíciles de ver. Especialmente cuando se acercan las elecciones y comienzan a realizarse promesas populistas que resultan apenas distinguibles de las socialistas. La candidata del PP a la presidencia de Castilla la Mancha, María Dolores de Cospedal, se ha comprometido a conceder pensión de jubilación no contributiva para las amas de casa de su comunidad, porque son "el sostén de la economía y la familia española" y "son las grandes olvidadas de la actuación política".

Es típico del colectivismo redistribuir riqueza de forma coactiva e ilegítima. Se consigue mediante concentración de beneficios y difusión de costes: los miembros de un colectivo reciben algo y el resto de individuos pagan por ello sin aceptarlo explícitamente porque les resulta muy difícil influir en los procesos políticos para evitarlo. En ocasiones algunas personas interesadas se organizan en grupos de presión que persiguen vivir a costa de los demás (los no organizados) mediante las regulaciones intervencionistas y el asalto a los presupuestos públicos. Pero a veces los miembros de algún colectivo afortunado no necesitan organizarse, son los propios políticos los que se acuerdan de ellos y les guiñan el ojo con alguna promesa.

Los políticos son grandes especialistas en el arte de halagar a la plebe y buscar algo que parezca una justificación de sus regalos con dinero ajeno. En este caso De Cospedal nos dice que cerca de 300.000 amas de casa en su región son personas que sacrifican su salud y su vida personal y profesional diariamente para cuidar a todos los miembros de la familia y la casa sin obtener a cambio un sueldo y sin tener nunca un descanso. Conoce "los sinsabores que han tenido que pasar para que se las reconozca su labor", "personas que nos han cuidado, que han logrado que las familias estén unidas, y han hecho que un sueldo pequeño pareciera una goma elástica". No se puede hacer mejor la pelota, pero conseguir que se nos salte una lagrimilla recordando lo mucho que nuestras madres y abuelas han hecho y hacen por nosotros no justifica las subvenciones estatales.

Las amas de casa han escogido libremente su situación, sin coacción física, asumiendo un papel tradicional o negociándolo con sus maridos, quienes probablemente también han sudado algo para traer un dinero a casa; la especialización del trabajo también se da en la familia, y no todos los esfuerzos han de recibir una compensación monetaria. Además si ahora se les paga (aunque sea de forma diferida) por lo que hacen, ¿dónde queda el mérito de la entrega gratuita y altruista? Cada ama de casa ha cuidado de su hogar y de sus familiares, no de los hogares de otros y de personas extrañas; si tiene alguna reclamación debería resolverla en su propio domicilio. No queda éticamente muy claro por qué se les quiere conceder ahora este regalo a costa de otras personas que no han disfrutado de sus atenciones. Salvo que se busque su voto a cambio.

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