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Francisco Pérez Abellán

Desaparecidos, una tragedia española

En los últimos veinte años no se ha encontrado ni a uno solo de los desaparecidos que podríamos llamar 'mediáticos'.

En los últimos veinte años no se ha encontrado ni a uno solo de los desaparecidos que podríamos llamar mediáticos. En España los desaparecidos son una auténtica tragedia nacional. La inoperancia de la política criminal ha convertido el asunto en una auténtica lotería negra. La familia a la que le toca un desaparecido paga el peaje de vivir en esta democracia sui generis. Le ha tocado la bola negra y carga con la incertidumbre de haber perdido hijos, padres o hermanos.

Algunos ejemplos: ¿dónde está el niño de Somosierra?, ¿dónde está el niño pintor de Málaga?, ¿dónde está María Dolores, de Boadilla?, ¿dónde está Marta del Castillo?; ¿dónde los Monge, padre e hijo, de Dos Hermanas?, ¿dónde Sara?, ¿dónde Yeremi?; ¿dónde está Antonio Anglés? Suma y sigue.

Los poderes públicos se han apartado de la seguridad ciudadana. Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, pese a haber sido ministro del Interior, hizo toda su campaña de las últimas generales sin dedicarle ni un minuto a la seguridad. Pero los primeros que se quitaron de en medio fueron los alcaldes, aunque no todos, porque hay honrosas excepciones.

Yo siempre cuento que en 1912, en Barcelona, actuaba la Vampira, que se llevaba niños para fabricar ungüentos y brebajes que en teoría salvaban de la muerte a enfermos desahuciados, como por ejemplo los enfermos graves del pecho. El alcalde Porcioles y el delegado del Gobierno se pusieron al frente de la búsqueda y la última niña desaparecida fue hallada, la vampira detenida y recuperados otros dos niños. Los niños desaparecidos fueron encontrados en aquella Barcelona del siglo pasado, pero desde entonces los políticos, y en especial los alcaldes, han escurrido el bulto. Han retrocedido y se han quitado responsabilidades.

En mi opinión, los alcaldes son la primera autoridad a la que hay que recurrir cuando alguien falte del entorno. El alcalde está para algo más que para cobrar impuestos. Por ejemplo, debe protestar cuando le falte un vecino. No he visto a los alcaldes de Sevilla o de Gran Canaria reclamando al poder político central más policía, más medios, perros entrenados y otras iniciativas para buscar a los vecinos que faltan del municipio. Falta un vecino y el alcalde no debería poder dormir. Pero en demasiados pueblos se han echado a dormir. En Sevilla, por ejemplo, no se conoce lo que el alcalde haya podido mover en persona para encontrar a Marta del Castillo, que no es solo un asunto de la policía. Es sobre todo una conmoción social, municipal. Falta una vecina, se ha roto un paisaje, que diría el Candel.

En cada municipio debiera haber una Oficina de Seguridad que estudiase el territorio, dotada con criminólogos, porque en España se combate el crimen como cuando se mataba con lanza. Una persona incompetente puede estar años escondida en el seno de la policía científica, y cuando es descubierta todavía tiene quien la defienda. Los niños no aparecen porque falta Porcioles o uno con su cuajo. Los vecinos deben reclamar a la autoridad más cercana, y pedir protección y prevención. Las universidades españolas están licenciando a los graduados en Criminología –la ciencia contra el crimen– más preparados de la historia, pero las Administraciones, local, autonómica y nacional, les ignoran, mientras se desploma la seguridad ciudadana, ante la sofisticación de la delincuencia y la escasez de política criminal.

El déficit asociativo también deja mucho que desear. La única asociación de desaparecidos que reconozco activa es la catalana Inter-SOS, fundada por mi amigo Bergua, padre de Cristina. El tesón de este puñado de catalanes logró arrancar al Congreso presidido por José Bono que declarara el 9 de marzo Día Nacional de los Desaparecidos. Lo hicieron en homenaje a Cristina, que desapareció ese maldito día de 1997, pero no crean que eso vino provisto de ningún tipo de donación, previsión o dotación. Desde el primer momento Bono se equivocó en la biografía de la niña y confundió su edad, porque no tenía ni idea de desaparecidos.

El caso es que Inter-SOS edita cada año un cartel con un puñado de desaparecidos, a cuál más enigmático, y para ello tienen que poner dinero de su bolsillo. El alcalde de Cornellá les cede un despacho y poco más. El coraje de este puñado de familiares de desaparecidos debe pasar a la historia junto con los últimos de Numancia.

Vengo de un curso de investigación de personas desaparecidas organizado en Valladolid por la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses, a cuyo comité científico tengo el honor de pertenecer. Estaban allí representantes de búsqueda de desaparecidos de la Policía, la Guardia Civil, la Ertzaintza y los Mossos d'Esquadra.

Me tocó poner el punto final a las jornadas, celebradas los días 8 y 9 en el Palacio de Congresos. Entre los alumnos había muchos de Criminología. En mis palabras quise ser crítico y sin concesiones. Afirmé que había invitado al director general de la Policía, Ignacio Cosidó, pero no para que inaugurara las jornadas, sino para que se empapara de desaparecidos. Dije que había terminado el tiempo de las rogativas a los políticos y que ahora había que exigir. Exigirles que velen por que no desaparezcan más españoles sin que sean encontrados, como es su obligación. Que prevengan y que resuelvan, que empleen dinero en formación. La policía española es muy buena, admirable, pero los tiempos exigen reciclaje, y aprender Criminología. Que envíen a los policías a aprender donde mejor encuentren a los desaparecidos. Se dice que hay unos diez mil por encontrar.

Lo primero son las estadísticas: saber con precisión cuántos faltan y actualizarlas cada año. En España vuelven a escasear las estadísticas sobre delincuencia. Luego, no esperar a que alguien llame diciendo que ha encontrado un cadáver, sino poner en marcha iniciativas de búsqueda. Por ejemplo, recuperar la oferta de recompensas: cuando desapareció Anabel Segura se llegaron a ofrecer 60 millones de pesetas, y Anabel apareció. Fotos en los tetrabrik de la leche, como en otros países. En las estaciones de autobús y de Metro, en los aeropuertos. Una preocupación social por los desparecidos, renovada, entusiasta, con celebración del 9 de marzo incluida, ¡y subvención a Inter-SOS, ya! Basta de dar por bueno que no aparezcan. 

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