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Francisco Pérez Abellán

La madre, víctima castigada

El Gobierno ha dado una gran muestra de incomprensión al denegar en dos ocasiones el indulto a Mari Carmen, la madre que quemó vivo al violador de su hija de 13 años.

El Gobierno ha dado una gran muestra de incomprensión al denegar en dos ocasiones el indulto a Mari Carmen, la madre que quemó vivo al violador de su hija de 13 años. La ha tratado como si fuera una homicida, pero en realidad Mari Carmen es una víctima trastornada.

Ella no fue a buscar al delincuente, no tenía plan ni arma preparados. Reaccionó en un brote de su enfermedad mental, causada por la inolvidable violación. ¿Qué habría hecho cualquiera en su lugar?

No fue por tanto una venganza, como argumentan. Fue un acto llevado a cabo por una persona que no está en sus cabales. El propio Tribunal Supremo ha aceptado que padece una enfermedad mental y le ha rebajado la condena de nueve años a cinco y seis meses, con lo cual sólo yerra por incapacidad para aceptar lo terrible que es estar mediatizada por un trauma de estas características, que habría merecido una eximente completa, solo comprensible para una sociedad que no estuviera viciada de machismo.

El caso es que la Justicia se equivoca y los políticos, lejos de tener sensibilidad hacia las víctimas, les vuelven la espalda. El mismo que indultó arbitrariamente al kamikaze, sin saber por qué, ha denegado por dos veces el indulto que sería tan justo como que, siendo un privilegio discutido, solo tiene sentido para aplicarlo en casos como este: donde la ley no llega o es obsoleta. Pobre madre desamparada.

Mari Carmen no tiene nada que hacer en una prisión, aunque la lleven a Fontcalent, centro psiquiátrico penitenciario. Ella no es una delincuente ni necesita reinsertarse en la sociedad. Jamás habría cometido un delito si no la hubieran sacado de sus casillas. Ella necesita estar con su familia, con su hija violada, a la que ahora le quitan. Primero agreden a la hija y luego no aciertan con el trato a la madre. Qué gran incomprensión con los delitos contra las mujeres.

Mari Carmen era una señora que había pretendido sobreponerse a la violación de su hija menor de edad por un individuo apodado el Pincel en el pueblo de Benejúzar (Alicante). Desde el momento mismo en el que el tipo cometió el abuso, la señora quedó afectada por una enfermedad mental de la cual no ha podido recuperarse. Tiempo después, en 2005, estando en el pueblo en tratamiento psiquiátrico, vio con incredulidad cómo aquel violador condenado volvía con total impunidad al escenario del crimen e incluso se atrevía a interpelarla: "¿Qué tal está su hija?". Y ella, suponemos que loca de dolor, pero seguro que empujada por su trastorno, se acercó a una gasolinera vecina, compró combustible y roció al delincuente, que no tenía orden preventiva de alejamiento, pegándole fuego. Con graves quemaduras, el hombre falleció más tarde. Esto no puede justificarse ni tolerarse si se hubiera hecho de forma deliberada, o para vengarse, pero es que Mari Carmen no era consciente de lo que hacía. En cambio, el recluso de permiso sabía bien a las claras que había vuelto al pueblo.

Mari Carmen no tenía nada preparado, ni fue en busca del asaltante. En mi opinión, ni siquiera es la agresora, puesto que ella no había reconocido al condenado, y si no es porque el violador le dirige la palabra no se habría fijado en él, sumida en su mundo de terrores cotidianos, comida por la violencia sexual de la que nadie pudo ponerla a salvo, en una sociedad que todavía ahora le echa la culpa.

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