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Francisco Pérez Abellán

La Policía tiene que ponerse a estudiar

Necesitamos una Policía en contacto con las universidades y con ganas de aprender.

El fiasco de los niños de Córdoba es consecuencia del fallo incongruente de la Policía Científica, que tenía encargados –a dedo– los más difíciles casos a una señora escasamente preparada y que aceptó un informe que venía firmado por una sola persona, cuando es norma que los peritajes tengan dos firmas. Se lo tragó sin razonamientos científicos, lo que ha herido de muerte su prestigio.

El fiasco de los niños de Córdoba remite a un tétrico mundo en el que todos los crímenes se investigan como si hubieran sucedido por primera vez. No hay formación reglada, manuales de referencia ni conocimiento de figuras delincuenciales. El policial es en nuestro país un arte sin suficiente ciencia. La culpa, de los políticos.

El forense Etxebarria Gabilondo razonaba que los huesos no solo eran humanos, sino que pertenecían a dos individuos, y se apoyaba en que había encontrado tres astrágalos, dos de un individuo y el tercero del otro. En cambio, el informe de la señora de la Policía Científica sólo concluía, sin razonar, aserto caprichoso, que allí no se había quemado cuerpo alguno. Los trabajos del Toxicológico dejaron el informe de la señora de la Policía planchado y puesto a secar. ¿Y ahora qué?

Todo esto es probablemente consecuencia del dedazo con el que la Administración socialista manejó la Policía. Se habla de dos mil cargos, carguitos y cargazos elegidos a dedo, solo por afinidad afectiva o ideológica. Pero eso se ha acabado. La señora que consultaba internet para descifrar si tenía en las manos una cabeza de fémur o un astrágalo, siempre con mala suerte, es uno de esos daños colaterales del dedazo. Si la señora hubiera sido correctamente supervisada no se habría tardado once meses en tomar resoluciones judiciales, no se habría invertido un montón de dinero en pesquisas y gestiones y no se habría ocasionado casi un año de dolor a la madre de los niños desaparecidos.

No queda otra que reconocer, por mucho que le duela al ministro del Interior, que este enorme fracaso ha dañado gravemente a la Policía Científica, que debe ser remodelada, mejorada y reconstituida. Es el momento de que se admita que debe acceder a una mejor formación. No es lógico que las universidades españolas –entre ellas la Camilo José Cela– impartan estudios completos de Criminología, en sintonía con Bolonia, y no acudan los especialistas de la policía a apuntarse, a pesar de las facilidades, los grados especiales para profesionales y los convenios firmados. Como dijo este verano el ilustre profesor Delfín Villalaín: "Es increíble que la policía no estudie Criminología".

Antes de gastar el dinero a raudales en búsquedas desordenadas, con helicóptero, lanchas fueraborda y buzos; antes de remover toneladas de detritus, aplíquense métodos, sepamos si los interrogados mienten, demos paso a la ciencia. La Policía española es buena, pero la mala praxis de la anterior Administración la ha quebrado.

Mérito, conocimiento, eficacia. El público, la gente, los ciudadanos se merecen lo mejor. Por ejemplo, alguien que no confunda un hueso de animal con un hueso humano: ni frío, ni caliente, ni quemado. Háganse las salvedades que se quiera, convoquen oposiciones y llamen a la Universidad.

Al frente de la Policía está ahora un joven político, Ignacio Cosidó, preparado, decidido, que en medio día se ha merendado la mitad del lastre policial que dejó Rubalcaba. Me consta que estamos en buenas manos, salvo que la torpeza del Ministerio al que pertenece sea contagiosa. Necesitamos una Policía realmente preparada, con gente responsable, en contacto con las universidades y con ganas de aprender en las aulas.

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