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Francisco Pérez Abellán

Testigo 29

Acabo de enterarme de que Mallorca, respecto a los testigos protegidos, es como la Sicilia de Corleone.

Acabo de enterarme de que Mallorca, respecto a los testigos protegidos, es como la Sicilia de Corleone. En medio de un proceso judicial, los sospechosos, con gran impunidad, amenazan, coaccionan y golpean a los testigos e incluso al juez, que ha tenido que procurarse una pistola. En concreto, al testigo protegido número 29 le han prometido "29 hostias"; "29 veces te voy a rajar", le han llegado a decir.

Algo muy grave pasa en un Estado cuando una persona clave presuntamente vital para un juicio es abandonada a su suerte pese a la ley. Y aunque el hecho está denunciado por el despacho de la brillante abogada Teresa Bueyes, encargado de la defensa, no se ha actuado de inmediato. La situación es que, después de verse obligados a ponerle escolta policial, esta se limita a media jornada. De manera que los desaprensivos pueden golpearle a placer o amenazarle de muerte en cuanto los guardaespaldas dejan el servicio. Digamos que si le protegen por la mañana, tiene las tardes para ser asesinado.

Esta situación digna de una película de Berlanga sucede ante los poderes del Estado. El juez, que lo fue de instrucción de este caso, afirma que no se ha dado nunca nada similar en la judicatura española. Y sin embargo yo recuerdo cómo se quejaba por falta de protección el testigo protegido Ricardo Portabales, inserto en un proceso por narcotráfico. Es decir, que la protección de testigos no ha funcionado nunca. Pero lo que sí que resulta insólito de verdad es que el mismo juez sea amenazado con descaro hasta el punto de obligarle a comprar un arma e ir siempre acompañado por ella. Además de que le han apartado del proceso, aunque hay quien dice que la cosa no tiene relación.

¿Quién manda en Mallorca? Desde luego no la razón, ni la justicia. Un testigo puede ser la diferencia entre la condena y la absolución para miembros de organizaciones criminales tan crecidas que le echan un pulso al mismo Ministerio del Interior. Un testigo protegido es un hombre o una mujer clave para un proceso que, justo por lo que sabe, precisa de protección a fin de declarar ante el tribunal. Hemos visto una y mil veces en las películas cómo se les cuida con valientes funcionarios que se juegan el tipo para que se haga justicia y los malos vayan a la cárcel. Aquí el problema no es que los funcionarios no sean valientes, sino que simplemente no hay bastantes. Dicen que no tienen efectivos, tal vez por los recortes. Es el reinado del absurdo.

Si no hay justicia, no hay nada. Al Testigo 29, desde que aguarda el eterno proceso de instrucción, retrasado por las fuerzas que se disputan el dominio de la isla, le han partido la cara cuatro veces. La última hace solo unos días. La abogada Bueyes se desgañita en su defensa en los programas de televisión con argumentos aplastantes, pero, ante nuestra perplejidad, nadie le hace caso. A su testigo no son capaces de protegerlo y podría aparecer muerto, pero quienes son incapaces de ponerlo a salvo le han prohibido salir de Mallorca. La isla es por tanto una ratonera. Otro, en su lugar, ya habría olvidado lo que sabe para salvar el pellejo.

Tal y como lo veo, a la primera amenaza, el Testigo 29 debería haber sido trasladado fuera de la garras de los mafiosos y aguardar en lugar seguro la celebración del juicio. Inmediatamente después, deberían procurarle nueva identidad y medios para iniciar una nueva vida. Lo que resulta acorde con la entrega que está teniendo de su integridad y su vida para que la sociedad haga justicia. Y por lo que debería ser indemnizado. Algo que la autoridad se niega a reconocer.

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