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Francisco Pérez Abellán

Tribunal de mujeres

En el ejercicio jurídico las mujeres son sensibles, minuciosas y compasivas. Si forman parte de un jurado, se mantienen atentas a lo que pasa en la sala, poseídas de la importancia de su labor.

En el momento de escribir esta líneas, la todavía ministra de Justicia, Dolores Delgado, de Balta y Lola, no ha negado que en los audios de su comida homenaje al policía Pepe Villarejo, hoy investigado por organización criminal, afirma que prefiere los tribunales de hombres. Por el contrario, yo prefiero los de mujeres, por mucho que diga la feminista que más rápidamente ha deteriorado la imagen de la Justicia.

En el ejercicio jurídico las mujeres son sensibles, minuciosas y compasivas. Si forman parte de un jurado, se mantienen atentas a lo que pasa en la sala, poseídas de la importancia de su labor. Conscientes de que, a la hora de decidir, su voto puede ser definitivo. En resumen, las veo responsables, conscientes, deseosas de cumplir con equilibrio. Frente a esto, dice la ministra, a la que la de Igualdad no ha amonestado, que los hombres "son transparentes".

A la presunta asesina Ana Julia Quezada la va a juzgar un tribunal del jurado que está por decidir, así que puede estar compuesto por mayoría de hombres o de mujeres. Si me dan a elegir, preferiría uno de mujeres, por más que a mí no me gusta el jurado. Tendrá que emitir un veredicto sobre si la expareja del padre de la víctima es culpable. Hay pruebas bastantes para señalarla, pero si son mujeres las que juzgan, valorarán la faceta de madre. En todos los aspectos, entre otros la protección y la seguridad de los pequeños, inherentes a toda madre. Ana Julia arrastra además un hecho sorprendente y criminal del que la Guardia Civil, que la incrimina en este asunto por el que será juzgada, la cree igualmente presunta. Se trata nada menos que de la muerte en Burgos de su propia hija de corta edad por precipitación desde un piso alto, una madrugada de frío en la que las ventanas estaban insólitamente abiertas. Si hubiera sido un accidente, la pequeña habría tenido que arrimar una mesa a la ventana, abrirla, apartar las persianas y saltar al vacío.

Ana Julia no fue interrogada porque, después de haber sembrado, sin refutación médica, que su hija sufría sonambulismo, declaró estar tan afectada que no podía enfrentar un interrogatorio policial. La policía que hizo el informe refleja un relato extraño e improbable de los hechos, dando por bueno que la niña hizo todo aquello dormida y se estrelló contra el suelo. Ni siquiera les alertó el hecho de que el cuerpecito estaba separado de la verticalidad de la pared, como si hubiera sido arrojado, en vez de aparecer pegado a él por haber caído de forma accidental.

No puedo saberlo con seguridad absoluta por el tiempo transcurrido, a pesar de que he tenido el informe policial en las manos, pero creo que el agente que hizo el estudio era un hombre. Una mujer habría recogido más detalles de la fallecida y su madre. Lo sé por el estilo, por la parquedad del relato. Y la probabilidad de acertar es alta porque entonces había pocas mujeres en el cuerpo. Una agente femenina, en mi opinión, habría hecho un alarde mayor de penetración psicológica y de valoración de las circunstancias. Tal vez con ello habría llegado al nudo gordiano: la verdadera relación entre madre e hija.

De confirmarse, Ana Julia mató al niño Gabriel porque le estorbaba. Durante cierto tiempo sobreactuó en su papel de madre, que en realidad era madrastra. La indagación femenina quizá habría penetrado en el entramado de la convivencia, con una pareja formada por un camionero, padre de otra hija con Ana Julia, la niña muerta, a la que trajo de Santo Domingo y el insaciable deseo de progreso económico.

Ahora no se juzga aquella muerte, mal investigada. Y no establezco diferencias abismales, pero si la juzgan mujeres tendremos un veredicto preciso. Estoy seguro.

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