Perdemos el vigor, las ilusiones,
los sólidos afanes combativos,
perdemos los deseos, los motivos...
y, cómo no, también, las elecciones.
Perdemos los impulsos, las razones,
las ganas de luchar, los objetivos;
perdemos el aliento... Y los estribos
llegamos a perder en ocasiones.
Perdemos la moral, la efervescencia,
el pundonor, el brío, la paciencia,
el temple, la bravura y la pujanza.
Perdemos lo poquito que tenemos,
y, puestos a perder, hasta perdemos
la dignidad incluso de Esperanza.