Llega el dos mil quince ya.
La cosa se pone fea,
y el futuro que se husmea
yo no sé cómo será.
Dos mil catorce se va,
sin que Mariano dimita.
Pero, con o sin Rajoy,
¡Virgencita, virgencita,
que me quede como estoy!
Puede que ya no haya casta
cuando Pablo Iglesias gane,
y su demagogia inane
repita hasta decir basta.
Que nadie nos preste pasta,
mientras la deuda se audita…
Y siendo el fraile que soy,
¡Virgencita, virgencita,
que me quede como estoy!
¿Que ya nadie robe? Puede.
O puede que roben más.
Quizá iremos para atrás,
o quizá ya todo ruede.
Veremos lo que sucede…
¡La fortuna no está escrita!
Por eso, a día de hoy:
¡Virgencita, virgencita,
que me quede como estoy!
Tal vez la nación aguante,
o tal vez se venda a plazos.
Tal vez salte hecha pedazos.
O tal vez salga adelante.
No es que expatriarme me espante,
pero, con mi poca guita
y a mi edad, ¿adónde voy?
¡Virgencita, virgencita,
que me quede como estoy!