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Fundación Heritage

Bengasi y la diplomacia pública de EEUU

Cualquiera que haya sido el plan de la Administración Obama para privar de oxígeno a Al Qaeda y asociados, no está funcionando.

Una conclusión obvia del atentado contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi es que, cualquiera que haya sido el plan de la Administración Obama para privar de oxígeno a Al Qaeda y asociados, no está funcionando.

Puede que parezca que la diplomacia pública no sea lo más acuciante de las comparecencias en el Comité de Asuntos Exteriores e Inteligencia de la Cámara de Representantes y el Comité de Inteligencia del Senado sobre lo sucedido en Bengasi, pero, no obstante, es de una importancia absolutamente crucial.

Es claro que no se dio la debida prioridad a la seguridad del personal de la embajada. En el memorándum sobre amenazas inminentes que envió al Departamento de Estado (DE) el 15 de agosto, Christopher Stevens señalaba la presencia de al menos 10 conocidos grupos de militantes en Bengasi. Y sin embargo el Departamento de Estado envió al embajador a Bengasi en una misión de diplomacia pública: la apertura de un American Corner (centro cultural y de reuniones) en el consulado.

En otras circunstancias sería una gran idea impulsar un mejor entendimiento de lo que es nuestro país con un centro de tales características, de los que hay más de 800 en todo el mundo. Pero ciertamente no lo fue en Bengasi, donde no se daban las condiciones mínimas de seguridad y el personal americano quedaba peligrosamente expuesto.

La estrategia del Departamento de Estado de combatir el radicalismo islamista mediante la comunicación estratégica también tiene que ser revisada. Esta labor está siendo llevada a cabo por el Centro de Comunicación Estratégica Antiterrorista (CSCC), un organismo relativamente nuevo conformado por varias agencias del DE.

El CSCC es el mejor de los trabajos del DE en comunicación estratégica. Cuenta con el respaldo de la Casa Blanca y del Consejo de Seguridad Nacional y un personal de vasta experiencia y muy cualificado; además, trabaja en estrecha colaboración con el sector analítico de la comunidad de servicios de inteligencia. Y aun así hemos visto cómo aumenta el número de ataques terroristas (efectivos o en grado de tentativa) contra embajadas norteamericanas, mientras que en septiembre fuimos testigos del asedio que varias de éstas padecieron a manos de turbas fanatizadas en el mundo musulmán.

Más allá de las necesarias comparencias sobre Bengasi, el Congreso y el DE tienen que pensar en recalibrar las herramientas al servicio de la diplomacia pública norteamericana.

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