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Fundación Heritage

El otro enemigo

Tenemos dos enemigos en esta guerra contra el terrorismo: los terroristas y nuestra autocomplacencia.

Peter Brookes

El desbaratamiento de la trama terrorista por los británicos –una trama que estaba sólo a días de volar unos diez aviones americanos sobre alguna parte del Atlántico– demuestra una vez más que tenemos dos enemigos en esta guerra contra el terrorismo: los terroristas y nuestra autocomplacencia.

A sólo cinco años del 11-S, la triste realidad es que la "Larga Guerra" contra el terrorismo ciertamente parece lejos de su final. De hecho, la investigación británica sigue en curso, lo que significa que todavía no estamos fuera de peligro en lo que respecta a esta trama.

Pero esta última conspiración terrorista, descrita por las autoridades británicas como un acto con la intención de cometer "una masacre de inimaginables proporciones" clama al cielo para que le prestemos atención a unas cuantas lecciones nuevas –y duraderas– mientras seguimos luchando contra el terrorismo en casa y en el exterior.

Primero: Aunque la trama londinense tiene todas las características de una operación de Al Qaeda, funcionarios americanos y británicos afirman que más de 20 de los arrestados son ciudadanos británicos de descendencia pakistaní, en otras palabras, son "caseros", igual que los suicidas del metro de Londres del 7 de julio del año pasado. ¿Qué significa esto? Al Qaeda –que parecía ser el 11-S sólo un grupo terrorista– es un movimiento terrorista mundial. Osama bin Laden es mucho más una fuente de inspiración para sus discípulos que un comandante activo dirigiendo operaciones.

Segundo: Nuestra primera línea de defensa es buena, con servicios de inteligencia que tienen la información necesaria para enfrentarse a la situación. Esto incluye la más extensa colección y análisis de información terrorista tanto exterior como doméstico que nuestras leyes y valores nos permiten. Haber frustrado este complot muestra claramente la importancia –y sabiduría– detrás de programas de inteligencia bien diseñados como el Programa de Vigilancia para terroristas de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) y el seguimiento de las transacciones financieras internacionales relacionadas con los terroristas, entre otros.

Tercero: La inteligencia internacional y la cooperación de las fuerzas de seguridad tienen un efecto multiplicador en la lucha contra el terrorismo. La colaboración americano-británica para frustrar esta operación terrorista es bien conocida. Pero los primeros informes indican que las células terroristas de Londres también tenían vínculos con Pakistán, algo nada sorprendente. Parece ser que los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI) podrían haber puesto su granito de arena en el desmoronamiento de la trama; sin embargo aún hay recelo sobre la lealtad del ISI.

Cuarto: Al Qaeda y sus acólitos continúan desarrollando técnicas operativas que incluyen una creciente sofisticación de sus planes de destrucción. Esta trama es un buen ejemplo: Según se informa, estos terroristas planearon introducir componentes indetectables como "ingredientes explosivos líquidos y artilugios detonantes camuflados como bebidas, aparatos electrónicos y otros objetos comunes" a bordo de los aviones que eran su objetivo. Se parece a una operación de Al Qaeda a mediados de los años 90 con el nombre clave "Bojinka" y maquinada en las Filipinas para derribar diez ó más aviones americanos sobre el Pacífico. Pero estas nuevas técnicas estaban diseñadas para evadir las medidas de seguridad posteriores al 11-S.

Uno no puede evitar preguntarse si cualquier inspector de aeropuerto, en Gran Bretaña o en cualquier otro lado – habría sido capaz de prevenir la ejecución de este sofisticado complot si no hubiese sido interrumpido antes de que se llevase a cabo.

¿Conclusión? La complacencia ante el terrorismo es mortal. Todavía seguimos estando directamente en la mira de los terroristas. La esperanza y el deseo de que el terrorismo sea algo que sucede en el extranjero o que se limitó a los horrores del 11-S están claramente infundados.

Tenemos que ser más imaginativos e innovadores en nuestra defensa que los terroristas en sus ataques. Por ejemplo, necesitamos nuevos procedimientos de seguridad, educación y tecnologías que puedan detectar y prevenir que otros imiten los ataques terroristas, especialmente en el extranjero.

Claro que estar a la ofensiva contra los terroristas –usando todos los instrumentos "suaves" y "duros" del poder nacional y en cooperación con socios internacionales– es la mejor defensa, sea en Irak, Afganistán, el cuerno de África o el sur del Líbano.

Puede que esta no sea la última trama terrorista con la intención de que ocurra en los alrededores del quinto aniversario del 11-S por Al Qaeda o los imitadores de Al Qaeda. Tenga por seguro que tampoco será el último complot terrorista al que le haremos frente en nuestras vidas.

Ahora hemos visto una clara victoria en la Guerra contra el terrorismo, probablemente se ha prevenido la muerte de unos 4.000 pasajeros transatlánticos. Pero a menudo la victoria en la lucha contra el terrorismo no es definitiva y la autocomplacencia puede ser mortal.

©2006 Peter Brookes
* Traducido por Miryam Lindberg

Peter Brookes ha sido asesor del Presidente George W. Bush y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.

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