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Fundación Heritage

La huelga de Hollywood

Lo mejor que nos podría pasar es que la huelga no acabase nunca, que Hollywood quebrase, que los escritores consiguiesen trabajos honrados y los americanos empezáramos a encargarnos de nuestro propio entretenimiento.

Tony Blankley

Cuando entregaba esta columna para su publicación, desde Islamabad, pasando por Londres, París, Moscú hasta Los Ángeles –dondequiera que llegue una imagen de vídeo– vimos que cómo los nervios del mundo se crispaban todavía más con las imágenes de masivas manifestaciones en las calles y el pasmoso anuncio que los escritores de Hollywood se han ido a la huelga exigiendo condiciones de trabajo más humanas.

Como punto de comparación, los historiadores tendrían que remontarse a la gran huelga general de 1926 en Gran Bretaña, que fue convocada en solidaridad contra el cierre patronal de los mineros de carbón cuyas horas de trabajo se habían visto ampliadas pero cuyos salarios se redujeron en un 25% para que los dueños de las minas se aseguraran la continuación de sus altos beneficios. El sindicato rechazó aceptar esas condiciones de empleo con un lema impactante: "Ni un penique menos de paga, ni un segundo más de jornada". Los trabajadores de toda Gran Bretaña bajaron los brazos, dejaron las herramientas, dejaron de conducir los autobuses, se negaron a seguir las instrucciones de sus jefes desde Aberdeen, pasando por Truro y Manchester hasta Londres, en una histórica expresión de solidaridad con sus compañeros de fatigas.

Al mismo tiempo, los hijos de los privilegiados, los educados en universidades de prestigio, los bien alimentados y los bien arreglados tomaron medidas meticulosamente ante el incumplimiento laboral, en una iniciativa desesperada aunque elegante de mantener la economía británica funcionando y desbaratar la huelga general "roja". Lamentablemente, les ganaron a los mal pagados. La huelga se suspendió rápidamente, y como consecuencia, ya no quedan mineros de carbón en Gran Bretaña, mientras que Londres está plagado con un exceso de corredores de bolsa, profesionales de relaciones públicas y tasadores de obras de arte.

Ése es el desafío para todos nosotros hoy. Cada uno deberá decidir de qué lado está en la crisis capital/trabajo de nuestros días. Tendremos que escoger bando en la gran lucha de los oprimidos guionistas de Hollywood que viven en destartaladas mansiones en Brentwood o en casas de playa en Malibú contra la asquerosa fortuna chupasangre de los productores de Hollywood que viven en supermansiones en Beverly Hills y super casas de playa en Malibú. Es la lucha entre los dueños de aviones privados Gulfstream 3 y los propietarios de aparatos Gulfstream 5.

El contrato entre los 12.000 escritores afiliados al Sindicato de Guionistas (Writers Guild of America, WGA) y la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP, por sus siglas en inglés) expiró el 31 de octubre. (¿Quién hubiera imaginado que hacían falta 12.000 guionistas escribir los bodrios que salen de Hollywood actualmente?) Las conversaciones que empezaron este verano quedaron estancadas en las exigencias de los escritores de sacar una tajada más grande de las ganancias e ingresos derivados de la venta de películas y programas de televisión en DVD o por Internet.

Los productores afirmaron que los guionistas no estaban dispuestos a hacer concesiones en sus exigencias más importantes.

Los guionistas dijeron que "habían retirado una propuesta para aumentar su parte de los ingresos por la venta de DVDs ya que había sido un escollo para los productores". También denunciaron que las ofertas de los productores en lo referente a la reutilización en Internet de los episodios de las series de televisión y películas eran inaceptables. También han publicado una declaración en la que decían que la "AMPTP no ha respondido a ninguna de las otras propuestas que el WGA ha hecho desde julio".

En breve estaremos sufriendo las patéticas consecuencias de la huelga: veremos desgarradoras imágenes de cómicos como Jay Leno contando chistes malos (bueno, no todo va a cambiar), Jon Stewart limitándose a hacer muecas ante las cámaras (ya que sus ingeniosas frases se habrán dejado de escribir debido a la huelga), o Stephen Colbert que, al carecer de las burlas de Bill O’Reilly que le escriben, se vería forzado a gesticular exageradamente sin ton ni son.

Entonces los críticos comenzarán a comparar bajo una luz desfavorable a las estrellas cómicas de la televisión con los grandes del cine mudo, que sí podían hacer reír a millones sin decir una palabra. Si lo miramos por el lado positivo, supongo, habrá un repentino resurgimiento para cientos de mimos por todo el país.

Realmente, el aspecto más llamativo de esta huelga es que los guionistas todavía no han conseguido encontrar un lema tan pegadizo como el que los mineros británicos de carbón usaron el siglo pasado. Recuerde el ya mencionado "Ni un penique menos de paga, ni un segundo más de jornada". Quizá tenga su explicación: los escritores podrían haber llegado a la conclusión de que no les iba a favorecer defenderse ante el público con palabrotas, referencias sexuales explícitas, grosería adolescente y bromas que sólo son capaces de provocar risas previamente enlatadas. Desgraciadamente, los guionistas parecen no tener suficiente práctica en escribir frases que puedan inspirar o motivar para que puedan ser recitadas por los actores, o por ellos mismos. 

A diferencia de mis parientes ingleses y su gran huelga, se hace muy difícil tomar partido por alguno de los dos lados en esta ocasión. Lo mejor que nos podría pasar es que la huelga no acabase nunca, que Hollywood quebrase, que los escritores consiguiesen trabajos honrados y los americanos empezáramos a encargarnos de nuestro propio entretenimiento.

¿Se saben aquel del magnate de Hollywood muerto de hambre?

©2007 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Tony Blankley es vicepresidente ejecutivo de Asuntos Globales de interés público en Edelman International y miembro invitado de la Fundación Heritage.

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