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Fundación Heritage

Las elecciones británicas

A diferencia de Blair, Churchill y Thatcher tenían un entendimiento claro y cristalino de lo que significan los intereses nacionales británicos y la necesidad de defender la soberanía británica

Nile Gardiner

Tony Blair fue elegido el 5 de Mayo a un tercer mandato como Primer Ministro británico pero con una mayoría enormemente reducida en la Cámara de los Comunes. La mayoría del Partido Laborista se redujo drásticamente de 161 escaños a sólo 66. Los laboristas recibieron sólo el 36% del voto popular, un resultado récord bajísimo para un partido ganador de unas elecciones británicas.
 
El margen de victoria de Blair fue suavizado por los históricamente bajos índices de aprobación y por la insatisfacción ciudadana con el estado de los servicios públicos, incluyendo sanidad, educación y transporte así como la preocupación pública por el crimen y la inmigración. Aunque la guerra de Irak no fue tema dominante para la mayoría de votantes británicos, la credibilidad personal de Blair recibió una paliza cuando se le acusó injustamente de haber mentido a los británicos sobre los motivos por los que Gran Bretaña entró en la guerra.
 
El Partido Conservador, liderado por Michael Howard, ganó enteros en estas elecciones, llegando a sumar 33 escaños más. Las elecciones marcan el principio de la recuperación conservadora después de dos elecciones desastrosas en 1997 y en 2001. Howard ya ha anunciado que se no quedará como líder del partido y probablemente sea reemplazado por el Ministro del Interior en la oposición David Davis o por el co-líder del partido Liam Fox. Ambos son thatcheristas, a la derecha del partido y firmes defensores de la especial relación anglo-americana. Quien fuere que reemplace a Howard tendrá una verdadera oportunidad de convertirse en Primer Ministro británico en 2009 o 2010.
 
Aunque Tony Blair se ha comprometido a servir los 5 años de su mandato, se espera que deje el poder a su viejo colega político y rival, el Ministro de Hacienda Gordon Brown. Si el público británico rechaza aplastantemente la Constitución Europea en un referéndum planeado para el 2006 (las encuestas de opinión indican que éste será el caso) hay una gran posibilidad que Blair se vaya aún antes. Una derrota abrumadora para Blair en este tema por el que ha abogado personalmente lo dejaría en una situación insostenible.
 
La sociedad Bush-Blair
 
El relativamente pobre prestigio doméstico de Blair y la creciente sensación que se ha convertido en un lame duck, o sea en un gobernante sin margen de maniobra, hace que se debilite su posición en la escena internacional. Mientras que la estrecha relación entre Bush y Blair en la guerra contra el terror seguirá adelante, es muy improbable que mantengan el perfil público que ha dominado el escenario mundial desde el 11 de Septiembre. Sería un asunto más discreto, con un mayor énfasis en discusiones entre bambalinas en lugar de grandes cumbres publicitadas con mucho bombo.
 
Aunque Blair ha salido malherido de la controversia en el Reino Unido por lo de la guerra de Irak, es improbable que acepte las exigencias de una pronta retirada de las fuerzas británicas en Irak. Sin embargo, su rol como líder clave en la coalición internacional podría ser menos destacado.
 
El debate sobre Irak tendrá sin duda un enorme impacto en la reacción de Blair por la creciente crisis nuclear iraní. Cuando el asunto vaya al Consejo de Seguridad para debate este año, como parece que será, la cooperación americano-británica será crucial. Blair estará bajo fuertes presiones por parte de muchos de sus propios compañeros del Partido Laborista para que se resista a seguir al lado de Washington en una línea dura con Teherán y más bien que continúe con la política de “compromiso constructivo” apoyada por Francia y Alemania. Hay una gran posibilidad de ruptura entre Londres y Washington por el asunto iraní que serviría como mensaje de división para los mulás de Teherán. Blair también podría tener que escoger entre Estados Unidos y Europa sobre el levantamiento del embargo de armas de la Unión Europea a China, lo que representa un posibilidad latente de gran confrontación entre Washington y Bruselas.
 
Como Gran Bretaña presidirá la Unión Europea y el G-8 este año, Blair puede poner mayor énfasis en temas “suaves” más en concordancia con las preocupaciones de su propio partido el cual tradicionalmente ha estado a la izquierda del centro en cuestiones de política internacional. La ayuda extranjera, la moratoria de la deuda del Tercer Mundo y el cambio climático serán temas prioritarios.
 
El lugar de Blair en la historia
 
Las elecciones británicas marcan el principio del fin de la era Blair. Tony Blair regresa a Downing Street con uno de los índices de aprobación más bajos para un Primer Ministro británico que se recuerde y su partido en el poder ha sido reelegido con sólo un tercio del voto popular; difícilmente se puede llamar un mandato popular. Es muy improbable que Blair termine su mandato y quizá no sobreviva más allá del referéndum británico sobre la Constitución Europea. En realidad, es el tema de Europa el que finalmente haga que se precipite su caída.
 
La principal fuerza de Blair ha sido su liderazgo en la escena mundial enfrentando al terrorismo. Debería dársele un crédito enorme por su papel clave en la guerra contra el terror y por el coraje de sus convicciones yendo a la guerra cuando se enfrentaba a una tremenda oposición por parte de muchos en su propio partido y de varios gobiernos de naciones europeas débiles de piernas… Su apoyo firme a Estados Unidos en los 4 años que siguieron al 11-S y su rol clave en crear una “coalición de buena voluntad” internacional mostraron su liderazgo de principios así como su visión.
 
La debilidad clave de Blair como líder británico ha sido su deseo de ceder soberanía británica a Europa y su equivocada creencia que Gran Bretaña puede ser el aliado más cercano de Estados Unidos al mismo tiempo que puede ser parte de una Europa política y económicamente integrada. Su apoyo a la Constitución Europea ha sido un error estratégico de juicio. Su ratificación va fundamentalmente en contra de los intereses nacionales británicos así como de los intereses americanos. Ciertamente la víctima más notoria de una política exterior europea unificada será la especial relación anglo-americana.
 
Por su papel en la guerra contra el terror y la liberación de Irak, Tony Blair será visto por los historiadores como uno de los líderes británicos más importantes de la generación de la posguerra. Sin embargo, no debería ponérsele a la par con Winston Churchill o Margaret Thatcher, quienes cambiaron el curso de la historia de manera fundamental y que jugaron papeles importantísimos derrotando a las dos ideologías más peligrosas de los tiempos modernos: El fascismo y el comunismo.
 
A diferencia de Blair, Churchill y Thatcher tenían un entendimiento claro y cristalino de lo que significan los intereses nacionales británicos y la necesidad de defender la soberanía británica. Blair, con su apoyo a la Constitución Europea, desgraciadamente pone ambos principios en serio compromiso.
 
Nile Gardiner es Doctor en Filosofía y miembro de la Anglo-American Security Policy de la Fundación Heritage.
 
©2005 The Heritage Foundation
©2005 Traducido por Miryam Lindberg
 
Libertad Digitalagradece a laFundación Heritageel permiso para publicar este artículo.

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