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Fundación Heritage

Mucho ruido y pocas nueces en la ONU

Quizá podríamos aceptar la oferta de Chávez y mandar a la ONU a Venezuela. Los estadounidenses, y los neoyorquinos en particular, no la echarían mucho de menos.

Helle Dale

Justo cuando uno pensaba que ese circo que es la Asamblea General de la ONU no podía caer más bajo, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, y el presidente venezolano, Hugo Chávez, demostraron que aún quedan cosas mucho más ridículas por verse. Si la mayoría de norteamericanos ya no quieren saber nada de esa organización, ¿quién podría reprochárselo?

El ataque bufonesco de Chávez contra el presidente Bush en su discurso de la Asamblea General hizo que hasta Bill Clinton y Nancy Pelosi saliesen en defensa del presidente. Así de mal se puso el asunto la semana pasada. Entre las citas memorables de la apertura de la Asamblea General tenemos ésta de Ahmadineyad: "Algunos buscan dominar el mundo con amenazas mientras otros viven en perpetua inseguridad y peligro"; algo bastante irónico dado que él mismo ha hecho un llamamiento por la destrucción de otro miembro de la ONU, Israel.

Sin embargo, el despotrique de Ahmadineyad pareció positivamente razonable si lo comparamos con la locura total de un Chávez que afirmó: "Ayer el diablo vino aquí. Justamente aquí... el presidente de Estados Unidos, el caballero al que yo me refiero como el diablo". Y ante las risitas de la escasilla audiencia en la sala, Chávez pasó a decir que en el podio aún se podía sentir hedor de azufre. Qué ingenioso, hay que ver.

Estas tonterías se pueden añadir a los fracasos de la ONU para enfrentarse a Sadam Hussein, el programa nuclear de Irán, el genocidio de Darfur y el conflicto en el sur del Líbano, donde las fuerzas de la ONU están atada de pies y manos. También a esa tendencia generalizada de la ONU a pasar resoluciones antiisraelíes a la velocidad del rayo.

En realidad, es tentador mandar todo a paseo. Una reciente encuesta publicada la semana pasada y conducida por Frank Luntz del Hudson Institute, revela que el 75% de los estadounidenses cree que la ONU ya no es un órgano eficaz y que necesita que se le exija mayor responsabilidad. Igualmente casi todos piensan que le hace falta una reforma y el 67% cree que "hay demasiadas naciones no democráticas en la ONU a las que no les importa fomentar la democracia y la libertad". La mitad de los que contestaron la encuesta piensan que la ONU no es eficaz en la prevención de guerras y conflictos mientras que el 37% cree que sí lo es. Además, el 71% de los norteamericanos desean recortar la aportación de Estados Unidos a la organización.

Lamentablemente, salirnos de la ONU dejaría a Estados Unidos fuera de la conversación global y sería una señal de que Estados Unidos está abdicando su rol como líder. Hay otras formas de influir en este órgano en lugar de recoger los bártulos e irnos a casa. Por ejemplo, deberíamos trabajar para influir en la elección del nuevo secretario general.

Uno de los problemas persistentes en la ONU es el sistema de rotación regional que dictamina que el siguiente secretario general debe ser asiático. El único país de alguna forma excluido de este puesto es, curiosamente, Estados Unidos. Los candidatos esta vez provienen de Corea del Sur, Afganistán, Tailandia e India, pero otros como el presidente de Estonia también han confesado su interés. Muchos creen que Vaclav Havel sería un fantástico secretario general.

Aunque sin duda Asia puede presentar un candidato competente, la rotación regional es un sistema que por lo general alienta el formulismo y hasta la corrupción y desalienta la competencia. Esto es lo que le dio a Sudán un asiento en el Comité de Derechos Humanos y al Irak de Sadam Hussein la presidencia del Comité de Desarme de la ONU durante un breve espacio de tiempo.

O podríamos basar las contribuciones americanas – la amplia mayoría de las cuales son voluntarias – en que mejoren sus funciones tal y como los defensores congresionales de la reforma, como el senador Norman Coleman (republicano por Minnesota) han tratado de hacer. Aunque Estados Unidos paga el 22% del presupuesto de la Asamblea General de la ONU en "aportaciones obligatorias" que llegaron a 317 millones de dólares en 2004, el total de las aportaciones americanas al sistema de la ONU es alrededor de los 3.000 millones de dólares, según el Departamento de Estado. Hay bastante de donde recortar.

En verdad es tentador querer cortar las amarras de la ONU y mandarla por el río Hudson, como el embajador de la ONU Chuck Lichtenstein soñaba con hacer, pero no funcionará hasta que haya un desencanto global con la institución.

Quizá podríamos aceptar la oferta de Chávez y mandar a la ONU a Venezuela. Los estadounidenses, y los neoyorquinos en particular, no la echarían mucho de menos.

©2006 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dalees directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en elWall Street Journal, Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional enCNN, MSNBC, Fox News y la BBC.

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