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Fundación Heritage

Obama, peor que Jimmy Carter

La actuación de Obama en los primeros 100 días ha servido en gran parte para minar el poder americano y consolidar el de los enemigos. Ha arrancado muy mal como líder mundial y será difícil revertir esa tendencia.

Es difícil pensar en un presidente de Estados Unidos que haya hecho más para debilitar a su país a nivel internacional en tan corto tiempo, y eso incluye al desventurado Jimmy Carter. Los primeros 100 días del presidente Obama como líder mundial han sido un fracaso monumental, una gravosa mezcla de patinazos diplomáticos y humillantes disculpas por el pasado americano, todo combinado con cándidas aperturas a tiranos y déspotas que odian a Estados Unidos y una aplastante indiferencia con aliados tradicionales, incluyendo a Gran Bretaña.

Mientras que la especial relación anglo-americana ha sido degradada a "sociedad especial", el nuevo presidente ha estado ocupado mandando mensajitos llenos de amabilidad a los mulás de Teherán, haciendo reverencias al rey de Arabia Saudí y manteniendo una azucarada charla con el perdonavidas venezolano Hugo Chávez. En menos de tres meses, el novato presidente también ha logrado desentenderse de la guerra contra el terrorismo, irritar a los servicios de inteligencia de Estados Unidos con la publicación selectiva de memorándums sobre interrogatorios mientras que debilita a las fuerzas armadas con la amenaza de una serie de recortes en los gastos de defensa.

Ha habido momentos en los que la nueva administración ha demostrado algo de temple, por ejemplo: la decisión de retirarse de la absurda Conferencia de la ONU contra el Racismo (Durban II), ordenar un ataque de misiles contra Al-Qaeda y posiciones talibán dentro de Pakistán así como el despliegue de 21.000 tropas adicionales en Afganistán. Pero estas iniciativas han sido raras excepciones si se mira en su conjunto la política exterior de Obama que en realidad ha proyectado debilidad, indiferencia e incluso incompetencia, algo impropio de la nación más poderosa sobre la tierra.

¿Y qué ha ganado Washington a cambio de su nuevo posicionamiento? Más condescendencia burlona de los líderes del continente europeo, una negativa a luchar en Afganistán por parte de la mayoría de miembros de la OTAN, una Corea del Norte ostentando abiertamente su poder militar, una aceleración del programa nuclear de Irán, la renovada asertividad de Moscú y un libro insultante sobre los males del imperialismo occidental como envenenado regalo de Chávez.

El nuevo planteamiento americano es el producto de una Casa Blanca a lo Operación Triunfo, obsesionada con eslóganes e imagen a expensas del poder americano. Pero en esta versión lamentablemente no hay un jurado que le diga al presidente que su actuación no está a la altura de las circunstancias. No importa lo mucho que se empeñe Obama en satisfacer a su audiencia global y cuánto ésta lo aclame con la boca pequeña, nada dará resultado si no hay una política de principios o si el mensaje fundamental es erróneo.

Barack Obama apenas si tiene una pizca de experiencia en política exterior y lo demuestra claramente. Durante la mayor parte de su reciente viaje por Europa, lo trataron como una estrella de rock pero Obama se comportó como un cervatillo asustado y se vio claramente superado en el G-20 y en las cumbres de OTAN por políticos muchísimo más experimentados como Nicolás Sarkozy y Angela Merkel.

El discurso de Obama en Estrasburgo, donde condenó la "arrogancia" de Estados Unidos, deberá figurar entre uno de los más perjudiciales, si no el más perjudicial, de los discursos de la era contemporánea que un presidente de Estados Unidos ha pronunciado en el extranjero. Es imposible imaginarse al líder de cualquier nación europea, con la única excepción de Alemania por su pasado nazi, lanzando un ataque como ése contra su propio país en suelo extranjero. Era la humillación de una superpotencia ante un público, en su mayoría francés y alemán, que vitoreó cada palabra del presidente denigrando a su propia nación.

En el discurso de Obama no hubo mención alguna sobre el sacrificio de decenas de miles de soldados americanos que murieron para liberar a Francia de la ocupación fascista ni tampoco hubo reconocimiento alguno al gigantesco rol que Estados Unidos desempeñó para mantener libre a Europa. Fue un discurso que muy fácilmente podría haber escrito Jacques Chirac o Dominique de Villepin, recriminado a Estados Unidos por su "hiperpoder".

Barack Obama ha puesto en marcha una nueva era de autoflagelación pública que solamente sirve para humillar al pueblo americano y dar alas a los enemigos de Washington. De Teherán a Pyongyang, de Moscú a Caracas, Obama ha dado nueva vida a regímenes dictatoriales: ahora tenemos una Administración americana que asusta poco y que apenas habla de fomentar la libertad. La libertad individual y los derechos humanos ya no son objetivos prioritarios para una Casa Blanca que está luchando por encontrar a algún dictador que esté en plan de deseoso interlocutor gracias a la nueva y vacilante política americana de "compromiso".

Incluso a los llamados "elementos moderados" dentro del movimiento talibán se les están abriendo las puertas para entrar en negociaciones con la nueva Administración, confirmando así que Obama ha abandonado el concepto de guerra global contra el terrorismo islamista. La antigua "Guerra contra el terrorismo" es ahora una "Operación para eventualidades exteriores", símbolo de la reticencia del nuevo Gobierno para admitir que el mundo libre está verdaderademente metido en una guerra global y que puede llevar décadas lograr la victoria contra un enemigo brutal y resuelto. Obama también ha mostrado ambivalencia respecto al despliegue del sistema de defensa antimisiles que es un escudo vital contra una posible amenaza nuclear iraní.

Lamentablemente el presidente Obama ha mostrado pocas trazas de querer liderar a un Estados Unidos que sea genuinamente respetado por sus aliados y temido por sus enemigos. Obama ha actuado como la quintaesencia del líder europeo y no parece poder decidirse entre ser el presidente de Estados Unidos o el de la Unión Europea. Su actuación en los primeros 100 días ha servido en gran parte para minar el poder americano y consolidar el de los enemigos. Ha arrancado muy mal como líder mundial y será difícil revertir esa tendencia.

A Barack Obama le queda mucho por aprender y podría hacerlo mirándose en el espejo de grandes líderes mundiales como Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Winston Churchill; todos ellos entendían la importancia de fomentar sin paliativos los intereses nacionales y de proyectar fortaleza para derrotar a los enemigos de Occidente. Los tres tuvieron éxito enfrentándose a la tiranía y derrotándola, viniera ésta en forma de imperio soviético o de Alemania nazi. La precipitada decisión de Obama de sacar un busto de Churchill fuera de la Oficina Oval claramente presagia malos tiempos para el resto de su presidencia.

©2009 The Heritage Foundation
* Traducido por
Miryam Lindberg

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