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Fundación Heritage

ONU, irrevelancia e ignominia

Joseph Loconte y Nile Gardiner

La cumbre de la semana pasada llena de líderes mundiales celebrada en Nueva York para celebrar el 60 aniversario de la ONU, ya empieza a parecer otro vano triunfo de la retórica sobre la reforma. El Secretario General Kofi Annan promocionó el evento como “una oportunidad única para esta generación” para enfrentar amenazas globales y revitalizar las Naciones Unidas: “En pocas palabras es una oportunidad para toda la humanidad”. En realidad fue una oportunidad perdida. El abismo nunca ha sido más grande entre los ideales humanísticos de la organización internacional y la vergonzosa actuación de sus instituciones, un abismo que apenas se admite en el documento final de la cumbre.
 
En ninguna otra parte es más penoso ver el historial de la ONU que respecto a derechos humanos. De entrada, tenemos a la anormal Comisión de Derechos Humanos. Annan admitió a principios de año que la Comisión “había empañado la reputación del sistema de la ONU en su totalidad”. Sin embargo, hace mucho tiempo ya que debería haberse llegado a esa conclusión. Durante años la Comisión ha permitido que gobiernos represivos se apropiasen de su agenda, que acallasen las críticas contra flagrantes violaciones de derechos humanos y que se difamara al estado de Israel. Según Freedom House, 15 de los 53 miembros de la Comisión deberían aparecer listados como naciones “no libres”. Hasta Sudán, acusado de genocidio, permanece como miembro acreditado.
 
¿La respuesta de la ONU? El informe final ignora la flagrante mendacidad de la Comisión de Derechos Humanos. Sugiere la creación de un Consejo de Derechos Humanos pero deja los detalles para futuras negociaciones. Los autores obviamente no llegaron a ningún acuerdo, ni siquiera en los criterios mínimos para ser miembro. No fueron capaces de sugerir, por ejemplo, que las naciones sancionadas en el Consejo de Seguridad por violación de derechos humanos fuesen excluidos. Ni siquiera está claro si el nuevo Consejo seguirá pasando resoluciones contra países específicos para poder señalarlos y avergonzar a los peores infractores.
 
A lo primero hay que sumar el problema de la explotación y abuso sexual de los refugiados. Ya está mal que las “tropas de pacificación” de la ONU sean notoriamente incapaces de proteger a las mujeres en los campos de la ONU al oeste de Sudán (donde salir de los campos a buscar comida es como una invitación a ser violada). Pero es completamente deleznable que los mismísimos pacificadores de la ONU sean parte del problema. Con la aparente complicidad de funcionarios de la ONU se creado una cultura sexual depredadora que ha estado en marcha al menos por una década sin que nadie haga o diga nada.
 
A finales del año pasado, Kofi Annan finalmente tuvo que admitir que había por lo menos 150 acusaciones de abusos cometidos por tropas de pacificación y personal de la ONU en la República Democrática del Congo. Está involucrados, personal militar y civil de la ONU proveniente de Nepal, Marruecos, Túnez, Uruguay, Sudáfrica, Pakistán y Francia. Las víctimas son refugiados indefensos –muchos de ellos niños— que ya habían sido tratados brutalmente durante años y años de guerra. Los cargos, aún bajo investigación, llegan 4 años después de otro informe de la ONU en el que se anunciaba que la violencia sexual contra los refugiados del África occidental había sido “endémica”. Como dice Amnistía Internacional muy acertadamente: “Hasta los guardianes tienen que ser vigilados”.
 
¿Y cuál es la más reciente respuesta de la ONU? Los participantes de la cumbre en Nueva York no hicieron ninguna referencia directa sobre el escándalo, prefiriendo una fría sugerencia, más al estilo de “echarle el muerto a otro”: “Instamos a que esas medidas adoptadas en las resoluciones de la Asamblea General sobre el tema sean implementadas sin demora de acuerdo a las recomendaciones anteriormente mencionadas”. Instar no es lo mismo que actuar. No ha habido ningún llamamiento para que se lleve a cabo una investigación independiente del escándalo sexual en el Congo, ninguna medida o serie de medidas para prevenir más abusos así como tampoco hay ningún sistema efectivo para que los culpables respondan por sus actos.
 
Finalmente, consideremos la postura de los líderes de la ONU sobre algunos de los más importantes defensores de derechos humanos, las asociaciones benéficas y las organizaciones religiosas de caridad que defienden los más altos ideales de la ONU. Lo cierto es que en los últimos años la ONU ha prestado más atención a la “sociedad civil”, las ONG que prestan servicios sociales o las que defienden variopintas causas sociales y políticas. En vísperas de la cumbre de este año, 3.500 trabajadores de más de 1.160 ONG se reunieron con funcionarios de la ONU para promocionar su visión de una ONU actualizada.
 
Soldados congoleñosTodo esto suena muy reformista hasta que uno se pone a analizar la lista de participantes y asiste a algunas de sus reuniones. Las organizaciones que trabajan asistiendo a huérfanos a causa del SIDA para erradicar el tráfico humano, frenar la prostitución o defender la libertad religiosa no logran obtener mucha atención. La mayoría de los grupos registrados tienen poco interés en la difusión de derechos democráticos básicos. Algunas organizaciones –desde el Instituto suizo “Síntesis planetaria” hasta la Healthy, Happy, Holy Organization (que al español sería la “Organización Saludable, Contenta y Sagrada”) de la ciudad de Española en Nuevo México— rayan en lo absurdo. Muchas funcionan simplemente como tapadera de gobiernos estatistas y despóticos como China, Cuba, Pakistán y Arabia Saudí.
 
En realidad, la mayoría de las ONG favoritas de la ONU usan las decisiones internacionales para revocar las protecciones democráticas de sus países de origen. La visión de la ONU sobre la sociedad civil es, en otras palabras, una penumbra de grupos activistas que simplemente aprueban la agenda de economías centralizadas, enormes estados del bienestar e ingeniería social masiva. No obstante, Shashi Tharoor, Subsecretario General de Comunicaciones fue efusivo en sus elogios: “Ustedes son los guardianes de la reforma del sistema internacional”.
 
Si ése es el caso, ya podemos esperar que la agenda de derechos humanos de la ONU se hunda aún más en la irrelevancia y la ignominia. La resucitada conciencia de los líderes de la ONU hace 60 años al ver las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial anda desaparecida hoy en día y probablemente no se vuelva a recobrar.
 
©2005 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg
 
Joseph Loconte es investigador especialista en Religión y Nile Gardiner es investigador de la Anglo-American Security Policy de la Fundación Heritage. Ambos son parte del Grupo de Trabajo del Congreso Americano 2005 especializado en la ONU.
 
Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.

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