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Fundación Heritage

Por los valores judeocristianos XXI

desprovistos de un sentido religioso en sus vidas, para muchos en la izquierda, el cambio social –o lo que el ala izquierdista llama hoy “justicia social”— se ha convertido en el sustituto de la religión y el proveedor de un significado

Dennis Prager

La razón fundamental por la que Karl Marx odiaba la religión –específicamente el judaísmo y el cristianismo— era que él la consideraba el “opio del pueblo”.
 
Esta actitud ha impregnado todas las opiniones izquierdistas sobre la religión desde Marx: “La religión reprime a la gente impidiendo que hagan la revolución que mejoraría materialmente sus vidas”. Ésta es la fuente de la animadversión contra la religión por parte de la izquierda (incluyendo a la “izquierda religiosa” que son los izquierdistas que cambian el judaísmo o el cristianismo para que se acomoden a sus valores).
 
Para entender esto bien, uno debe entender la esencia del marxismo y sus ramificaciones.
 
La visión marxista del mundo está basada en un entendimiento materialista de la vida. En lenguaje popular “materialismo” significa un amor excesivo por las cosas materiales. Pero filosóficamente, “materialismo” significa que la única realidad es la materia, que no hay realidad más allá del mundo material.
 
Es por esto, por ejemplo, que para la mayoría de izquierdistas es una gran equivocación que en medio de la pobreza latinoamericana, la Iglesia construya costosas catedrales. En su opinión, todo ese oro y esos tesoros deberían gastarse en los pobres. Por otro lado, para una persona con valores judeocristianos, aunque dar de comer al hambriento es un valor principal, hay muchos otros valores, incluyendo la necesidad de alimentar el alma. Además, el hecho de que la mayoría de los pobres del mundo prefieran tener una catedral en lugar que se distribuya el dinero que se recaudaría por la venta de esos edificios es algo que ha irritado a la izquierda desde Marx. Para un materialista, la noción de que la gente pobre ponga preocupaciones no materiales por encima de las materiales es algo absurdo, por no decir, perverso.
 
El libro del progresista Thomas Frank, que habla de cómo los conservadores se han ganado el corazón de Estados Unidos, ilustra perfectamente este punto. El tema de su libro es que los americanos de bajo nivel económico cuando votan al Partido Republicano lo hacen contra sus propios intereses (económicos). Cuando entrevisté a este agradable hombre en mi programa, me pareció incapaz de comprender que muchos millones de americanos consideran que la tentativa de la izquierda para redefinir lo que significa el matrimonio, por ejemplo, es más importante que las supuestas ventajas económicas por votar a los demócratas.
 
Debido a que la gente creyente tiene valores que trascienden lo material, Marx llamó a la religión el opio del pueblo: La religión mantiene contentas a las masas con preocupaciones no materiales y recompensas no materiales como para que se metan a montar una revolución social.
 
Cuanto más lejos se va uno hacia la izquierda, la revolución social se convierte en más y más importante. Y es así por dos razones:
 
Primero, desprovistos de un sentido religioso en sus vidas, para muchos en la izquierda, el cambio social –o lo que el ala izquierdista llama hoy “justicia social”— se ha convertido en el sustituto de la religión y el proveedor de un significado.
 
Segundo, dado que la única realidad es material, cualquier negación de la supremacía del materialismo molesta a la izquierda. El verdadero izquierdista se resiste a la idea de que los más pobres puedan tener vidas felices. Para los herederos de Marx, que es en realidad lo que la izquierda representa, lo “bueno” no es tanto una categoría moral, menos aún espiritual, sino una categoría económica. He ahí la preocupación de la izquierda con la desigualdad económica, con ponerle muchos impuestos a los ricos, etc.
 
Por supuesto que los valores judeocristianos se preocupan por el progreso material. En realidad fue la Biblia la que dio la idea de progreso al mundo. Fueron los profetas judíos del Antiguo Testamento quienes primero enunciaron la obligación divina de cuidar de los pobres y de los necesitados. Pero esas preocupaciones nunca fueron los únicos valores judeocristianos y los “pobres” en la nomenclatura bíblica eran verdaderos indigentes, nada que ver analógicamente con todos los que se clasifican como “pobres” en Estados Unidos.
 
Abrumadoramente, los “pobres” en Estados Unidos viven en una casa con una o más habitaciones por persona, tienen aire acondicionado, coche, refrigeradora, cocina, lavadora y secadora de ropa, microondas. Tienen 2 televisores a color, recepción de televisión por cable o satélite, video o DVD, equipo de sonido y atención sanitaria aún sin seguro médico. En realidad casi la mitad de los pobres son dueños de sus propias casas.
 
La izquierda se ve como moralmente superior debido a su preocupación con el materialismo. Pero los americanos creyentes que rechazan el materialismo se inclinan más que los padres izquierdistas en las mismas condiciones socioeconómicas a sacrificar lo material para que uno de los padres pueda quedarse en casa con los niños a tiempo completo. Y los valores judeocristianos explican por qué una mujer creyente es más propensa a sacrificarse en cuestiones materiales dando a luz en lugar de abortar a un niño no deseado.
 
Hasta la libertad es un valor más alto para los que veneran los valores judeocristianos. Por eso el mundo de la izquierda materialista elogiaba y sigue elogiando a los regímenes comunistas. Puede que esos regímenes hayan convertido a sus sociedades en prisiones pero, por lo menos en teoría, han reducido la desigualdad material.
 
Por eso, los padres fundadores de Estados Unidos –el lugar en el que han florecido los valores judeocristianos— grabaron un versículo de la Torá, fuente principal de los valores judeocristianos, en la Campana de la Libertad: “Proclamad la libertad por toda la tierra a todos sus habitantes”.
 
Es que la libertad tampoco tiene valor material.
 
©2005 Creators Syndicate, Inc.
Traducido por Miryam Lindberg
 
 
Dennis Prager es periodista y comentarista radiofónico muy respetado en Estados Unidos, su programa se transmite desde Los Ángeles diariamente desde 1982. Sus artículos aparecen en grandes publicaciones americanas como The Wall Street Journal, Los Angeles Times, Townhall y el Weekly Standard, entre otras.
 
Libertad Digital agradece a Dennis Prager y a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.
 

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