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Fundación Heritage

¡Viva la energía nuclear!

Las centrales nucleares son ecológicas porque la fisión nuclear no produce ninguna emisión atmosférica. Ningún CO2. Ningún humo. Nada. Por el contrario, las plantas térmicas, que funcionan con combustibles fósiles, emiten como locas.

Edwin J. Feulner

Al elevar el nivel de alarma sobre las futuras catástrofes debidas al calentamiento global, algunos insisten que el camino al infierno climático está empedrado de emisiones de dióxido de carbono generadas por la humanidad. Entre los peores villanos, dicen, están las centrales eléctricas que queman combustibles fósiles. Su crimen: crear cantidades masivas de CO2 al generar electricidad.

La mayoría de norteamericanos nos preocupamos por el medioambiente, pero también nos gusta la electricidad. Entonces, ¿qué debemos hacer? La respuesta lógica: construir más plantas nucleares. "Eso es un error – contestan los activistas –. La energía nuclear es mala."

Pero en la medida que el calentamiento global sea un problema, la energía nuclear debe ser parte de la solución. De hecho, ya está jugando un gran papel suministrando el 20% de la electricidad de Estados Unidos. Eso ya está dando sus réditos, ecológicamente hablando. Aunque Estados Unidos no ha construido un reactor comercial nuevo en décadas, las 104 plantas que funcionan actualmente evitaron la emisión de 681,9 millones de toneladas métricas de CO2 en 2005. Eso sí que es emitir. De hecho ¡equivale a retirar de circulación 24 de cada 25 coches en Estados Unidos!

Las centrales nucleares son ecológicas porque la fisión nuclear no produce ninguna emisión atmosférica. Ningún CO2. Ningún humo. Nada. Por el contrario, las plantas térmicas, que funcionan con combustibles fósiles, emiten como locas.

Confiar más en la energía nuclear también podría reducir algunas de las inconsistencias de la industria medioambiental. Considere, por ejemplo, su aversión por el CO2 que emiten coches y camiones. Abogan por sustituir estos vehículos con coches híbridos que en parte funcionan con baterías. Pero incluso los vehículos a batería deben recargarse. Si la electricidad usada para recargar las baterías viene de una planta de carbón o de gas, el coche sigue generando –indirectamente– emisiones de CO2. No obstante, si la electricidad viene de un generador nuclear, el problema se soluciona de verdad.

La energía atómica no es nueva. Es una tecnología muy probada que es segura, confiable y económicamente viable.  Y los inversores están deseosos de ampliar el uso de la energía atómica para generar electricidad. De hecho, las empresas eléctricas con experiencia nuclear han intentado comprar las plantas existentes, están renovando sus plantas de operaciones y prorrogando sus licencias de modo que puedan producir más energía durante más tiempo. Quizás el único escollo sean ciertos activistas, muchos de los cuales se describen como ecologistas.

Allá por los años 70, éstos pintaron panoramas de pesadilla sobre posibles catástrofes para así detener la construcción de nuevas plantas. Pero vale la pena recordar que el peor incidente de la historia de Estados Unidos –la fusión parcial de un núcleo del reactor en Three Mile Island en 1979– no produjo víctimas. La gente cerca de esa planta se vio expuesta a una estimada dosis media de cerca de un milirem de radiación. Eso es muchísimo menos que los típicos 2,5 milirems que usted recibe cuando vuela en avión de Los Ángeles a Nueva York. Ahora, con casi 30 años de retrospectiva, la "amenaza" de lo nuclear parece descabelladamente exagerada. Pregúntele a Francia, que produce el 80% de su electricidad con energía nuclear.

Como alternativa a la energía atómica, la industria medioambiental presiona por un mayor –y cada vez más subvencionado por el Gobierno– uso de fuentes de energía renovables, que incluyen la eólica, la solar y la geotérmica. Pero hemos estado intentando mejorar estas fuentes durante décadas y ninguna está siquiera cerca de estar preparada para resolver las necesidades energéticas de Estados Unidos. Entretanto, la energía nuclear ya proporciona cerca de una quinta parte de nuestra electricidad, a pesar de la dura regulación a la que está sometida y que la encarece de forma considerable y artificial. Es un historial que ninguna otra fuente de energía alternativa puede igualar.

No hay indicio alguno de que los norteamericanos estén proponiéndose reducir su consumo eléctrico. De hecho, y sin ninguna duda, nuestra nación y su aumento continuo de población necesitarán aún más energía. Por tanto, hasta que cambiemos la manera en la que generamos energía –un proceso que debe comenzar con la expansión de la energía nuclear– probablemente veremos un aumento constante de emisiones de CO2.

La energía atómica es fiable, segura y ecológica. Los verdaderos amantes de naturaleza deberían comenzar a exigir más centrales nucleares, no menos.

©2007 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Edwin J. Feulner es el presidente de la Fundación Heritage.

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