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Gabriel Calzada

El festín de nuestro Leviatán

Rubalcaba pasa de la demagogia a la provocación en un abrir y cerrar de ojos. ¿En qué sentido los españoles somos gente trabajadora cuando un 20% de la población se encuentra en paro?

Rubalcaba, el miembro del Gobierno mejor valorado por los españoles según una reciente encuesta, dice que "España es un país serio que paga sus deudas". Añade el ministro del Interior que los españoles "son gente trabajadora" que "cuando tiene que hacer sacrificios los saben hacer" y que es "rotundamente falso" que el Gobierno haya sacrificado su política social" dado que gasta 200.000 millones de euros entre sanidad, educación y pensiones, otros 17.000 en desempleo y 5.000 en dependencia.           

La verdad es que los comentarios de Rubalcaba no tienen desperdicio. Si España es un país serio o no será una cuestión bastante subjetiva que en todo caso determinarán quienes no forman parte del conjunto de los españoles a través de la imagen que se forman de nuestro país. Pero el juego de palabras intenta plantear al público (los españoles) la idea de que alguien duda de la seriedad y del crédito que tenemos los ciudadanos españoles. En realidad, esa no es la cuestión. El Gobierno ha incurrido en un déficit público superior al 10% del PIB y la duda de los inversores internacionales es si esta política manirrota del Ejecutivo puede sostenerse. En especial, los inversores extranjeros se preguntan si este Gobierno o los que le sigan serán capaces de cumplir con unos durísimos compromisos en el marco de una economía desequilibrada y rígida por exceso de intervencionismo en la que el crecimiento sostenido no se prevé en el medio plazo. En otras palabras, los compradores potenciales de bonos se preguntan si el Gobierno no estará ahogando a los españoles, esos a los que tendrá que sacarles el jugo impositivo para pagar las deudas a las que se ha comprometido en su nombre. La honorabilidad que está en juego es la del Ejecutivo. En el pasado ha habido gobiernos españoles que se la han jugado a los inversores suspendiendo pagos o devaluando la moneda. Lo segundo ya no es posible pero lo primero está por ver.

Rubalcaba pasa de la demagogia a la provocación en un abrir y cerrar de ojos. ¿En qué sentido los españoles somos gente trabajadora cuando un 20% de la población se encuentra en paro? Los más de cuatro millones de desempleados deberían explicarle a este señor que la humanidad está compuesta de gente trabajadora. El problema es que en unos pocos países una inmensa minoría compuesta por millones de personas no pueden trabajar por culpa de las absurdas rigideces defendidas por gobiernos como el de Zapatero y trabas establecidas por los lobbies sindicales y patronales. Claro que lo de que "sabemos hacer sacrificios cuando tenemos que hacerlos" ya es de traca. Los españoles estaban realizando el sacrificio que supone apretarse el cinturón dejando de consumir y ahorrando mucho más. Pero en esto llegó el Gobierno de ZP y se lo desabrochó al empezar a gastar en todo tipo de asuntos absurdos tirando el dinero bueno detrás del malo. De esta manera, lo que podía haber sido el comienzo de la solución a la crisis económica no sirvió de mucho porque el Gobierno se fundía todo lo que ahorrábamos y los bancos compraban deuda española en vez de prestar los ahorros a los proyectos empresariales sólidos con necesidad de refinanciación.

Para ponerle una guinda a este pastel empalagoso pastel, Rubalcada niega que el Gobierno haya sacrificado su política y lo justifica argumentando que sigue sacando muchos millones de euros del bolsillo de unos para meterlo en el bolsillo de otros. Por ahora sí han tenido que traicionar su políticas (a)sociales. Pero lo que dice Rubalcaba apunta a lo que pretenden hacer mediante una nueva tanda de medidas anticrisis: que los recortes en el gasto vengan ahora acompañados de nuevas subidas impositivas que den al Estado el espacio perdido y aún más. Como dice Robert Higgs, las crisis económicas y militares son el alimento que más hace crecer al Estado. De nosotros depende que esta vez el festín se le indigeste a nuestro Leviatán.

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