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Gabriel Calzada

Otra suspensión de pagos encubierta

La última suspensión de pagos encubierta se consumó el pasado viernes cuando el asocial ministro anunció la elevación a quince años del período de cotización mínimo en el platito del baile para acceder a una pensión.

El silencio ya era molesto. Así que el pasado viernes Jesús Caldera puso de nuevo la musiquita pegadiza. A bailar se ha dicho, que ya tendrán tiempo de sentarse los que estén cansados cuando la melodía deje de sonar. Y los españolitos danzamos alegremente mientras Caldera pasa el platito en una mano y el garrote en la otra. "Que no deje de pagar nadie", nos dice, "porque este acto solidario es lo que permite financiar la música y garantizar que cuando sean mayorcitos tengan todos una silla en la que sentarse". El incentivo del garrote es más potente que el de la demagogia, y todos pagamos a pesar de que más de uno protesta entre murmullos que por qué demonios no puede pagarse cada uno su música y su silla. Después de todo, cada uno se busca la vida para pagarse el pan y el agua.

Hasta aquí todo suena a siniestra coacción, pero real como las pensiones mismas. Lo que sigue entra de lleno en el mundo del timo profesional. Caldera sabe que cada vez son más los que se tienen que sentar y menos los que pagan por bailar. Y como el dinero se lo pule a medida que lo recauda en comprar sillas de pésima calidad a precios desorbitados para quienes ya no están en edad de bailar a su son, el ministro no puede quedarse de brazos cruzados. Una de dos, o bien reconoce públicamente que el jueguito "solidario" de las sillitas es un timo y que a partir de ahora cada ciudadano tiene que ahorrar para procurarse una silla cuando la necesite, o continúa como responsable de la farsa para lo cual no le queda más remedio que retirar sigilosamente alguna silla, de manera que un grupo minoritario se quede con el culo al aire cuando se pare la música. Así es como se suceden las suspensiones de pagos encubiertas del sistema público de pensiones. La última se consumó el pasado viernes cuando el asocial ministro anunció la elevación a quince años del período de cotización mínimo en el platito del baile para acceder a una silla, digo, a una pensión.

La clave para que el fraude pueda continuar el máximo tiempo posible, y así el señor ministro pueda seguir cobrando su suculento sueldo, es que las suspensiones de pagos sean continuadas pero parciales, de modo que el grupo sobre el que se haya consumado la estafa sea siempre una minoría cuyos gritos no se puedan escuchar ni en Moncloa ni en el pirulí. El aumento de los años mínimos de participación en el sistema fraudulento seguirá incrementándose para todos. ¿Qué digo? Para todos excepto la clase política que se ha autodeclarado casta privilegiada con derecho a cobrar una pensión vitalicia por el simple hecho de calentar el escaño que pagamos los contribuyentes. Pero no se asusten ustedes porque aunque es cierto que este es un timo que convierte al de los sellos en una broma ligera, Caldera anunció que el estado ha añadido 4.000 millones de euros al colchón de seguridad al que llaman fondo de reserva. Ahora podemos bailar felices y tranquilos, ya tienen dinero para garantizar su fraterna promesa, al menos durante ocho meses.

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