Menú
Gabriel Moris

Víctimas del odio y del miedo

La muerte de un semejante, con premeditación y alevosía (y en mayor grado, si se lleva a cabo sobre inocentes y de forma indiscriminada), no puede ser fruto más que de un gran odio no contenido. Pero, ¿se puede odiar a personas desconocidas y normales?

Hace unos días pude ver, a retazos, la película Salomé, que trataba de la muerte de Juan el Bautista. Las causas de su muerte, resumiendo la trama, fueron: el odio de Herodías hacia El Bautista por dejar al descubierto su vida licenciosa y el miedo de Herodes a una justa rebelión del pueblo ante su despótico reinado y sus desmanes. 

Inmediatamente me sobrevino una asociación de ideas con el hecho más grave de nuestra historia más reciente, los atentados de los Trenes de Cercanías. Aparentemente son hechos inconexos en las formas, en el tiempo y en el contexto histórico. El punto de convergencia puede ser semejante al vértice de una pirámide en el que coinciden varias caras, las caras que conforman la condición humana.

Ante la falta de un relato creíble, fiable y racional de los hechos, ante la obstrucción de casi todas las vías judiciales para esclarecer la masacre, ante el olvido y el silencio (aparentemente cómplices) de las instituciones, creo que, en uso de la libertad que recibí de Dios al venir al mundo, me siento en el deber de compartir, al menos, algunas reflexiones que puedan ser útiles a quienes viven conmigo el calvario de los atentados y la desesperanza que día a día se siembra sobre este asunto.

Los prolegómenos de aquel inesperado y aislado atentado, si bien reivindicaban causas aparentemente justas ("nunca mais", "no a la guerra"), estaban salpicados de altas dosis de crispación, a veces rayanas con el odio hacia los gobernantes elegidos por la mayoría del pueblo. Los incendios, posteriores a la masacre, en Galicia y las guerras de Afganistán y Libia no han tenido réplicas similares. Ambos hechos, fruto de la voluntad de los hombres, deberían haber generado respuestas idénticas en el mismo sector de la sociedad que, insisto, buscando ecología y paz entonces, se muestran menos sensibles, ante hechos similares. Pido disculpas en el caso de que mi visión de lo dicho estuviera distorsionada.

La muerte de un semejante, con premeditación y alevosía (y en mayor grado, si se lleva a cabo sobre inocentes y de forma indiscriminada), no puede ser fruto más que de un gran odio no contenido. Pero, ¿se puede odiar a personas desconocidas y normales?

Permítanme que comparta con ustedes algo muy personal: mi hijo Juan Pablo, vilmente asesinado el 11-M, tenía y tiene en su mesa de trabajo una oración que comienza así: "Elige amar en lugar de odiar...". Los que perpetraron la masacre, si hubieran tenido libertad de elección, ¿hubieran elegido matar a tantos inocentes con su nombre y su proyecto de vida? ¿Qué motivos les impulsaron a obrar así sino el odio a algo o a alguien? La palabra PAZ de las pancartas que, pese a la aparente espontaneidad, parecían salidas de las rotativas, ¿a quién pedían o exigían paz, a las víctimas o a los asesinos? Los muertos eran personas de paz, los autores, los que turbaron la paz, han dado la callada por respuesta. Los que tenían y siguen teniendo el monopolio de la investigación y la aplicación de la justicia, callan cuando no obstruyen la clarificación de los hechos. La situación que vivimos, ¿es la respuesta a la paz reclamada? 

Transcurridos siete años y tres meses de la masacre y coincidiendo con nuevos procesos electorales, como entonces, brotan las movilizaciones ciudadanas. No dudo de que les asista buena dosis de razón. Tampoco les faltaba en los prolegómenos de la masacre. Pero después del gran "estallido de odio" hemos vivido siete años de "calma chicha" a pesar de no habernos faltado motivos para haber anticipado las movilizaciones a las elecciones pasadas y futuras. ¿Simple coincidencia o manejo de los tiempos? El terrorismo, además del anonimato y la impunidad, conlleva como efecto asociado el amedrentamiento de la sociedad y del Estado que la rige. En el "atentado del siglo", para España y Europa, el factor miedo creo que reviste connotaciones particulares. Inicialmente, la convulsión estuvo muy generalizada, sólo se mantuvo cierta apariencia de entereza en el terrorismo doméstico y en algunos líderes políticos. Los mismos que hoy, siete años después, imponen el silencio, el olvido y obstruyen cualquier conato de investigación sobre el caso. La oposición política propició la investigación, casi en solitario, pero después de la farsa de la Comisión Parlamentaria de investigación y ya en la segunda legislatura derivada de los atentados pareces haber roto el "cordón sanitario" para entrar en el redil auspiciado por el magma político que impide investigar el atentado del que, sin duda, deriva la actual situación en los ámbitos político, judicial, policial, social económico, y ético en el que nos encontramos.

Las víctimas, fruto del odio, de la inacción, de la injusticia y del miedo, sólo tenemos como posibilidad de acción curar nuestras heridas –incurables casi todas– y en ocasiones, dejarnos utilizar como objetos de conmiseración por los mismos que nos niegan la verdad y la justicia.

Nota: El día 27 de junio, declarado "Día de las Víctimas del Terrorismo" parece una confirmación de las afirmaciones contenidas en el artículo. Las víctimas de Europa, España incluida, conmemoramos el 11 de Marzo. ¿Quién y por qué prefiere otra fecha? Algunos "Nunca olvidaremos lo inolvidable"

En España

    0
    comentarios
    Acceda a los 4 comentarios guardados