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Gary Galles

Más para ti no es mejor para todos

Al contrario que los empresarios privados, que deben encontrar a clientes dispuestos a pagar el coste de acuerdos laborales, los sindicatos públicos pueden usar el poder coactivo del Gobierno para forzar a los contribuyentes a sufragarlos.

Al contrario que los empresarios privados, que deben encontrar a clientes dispuestos a pagar el coste de acuerdos laborales, los sindicatos públicos pueden usar el poder coactivo del Gobierno para forzar a los contribuyentes a sufragarlos.

En la disputa laboral de Wisconsin, que ahora está extendiéndose por toda la nación, he perdido la cuenta de cuántas veces los defensores de los sindicatos han justificado su posición basándose en poco más que la afirmación de que alguna sindicalización les beneficia a ellos o a algún miembro de su familia, seguida por la conclusión de que por tanto todos los estadounidenses ganan. Por desgracia, esa "lógica" no es válida. Una política que me da a mí más, no significa que resulte mejor para todos. Y el efecto principal de los sindicatos y las políticas respaldadas por éstos es dañar a la amplia mayoría de los estadounidenses.

Los sindicatos tuvieron éxito a la hora de conseguir poderes especiales por parte del Gobierno para eliminar la competencia que suponían trabajadores dispuestos a realizar el mismo trabajo por menos dinero (esto constituye una forma de colusión que sería perseguida legalmente si lo hiciera cualquier otro agente). Aquellos trabajadores desplazados, o bien quedan desempleados o bien deben ir a otra parte a encontrar trabajo, aumentando la oferta laboral dentro del sector de trabajadores no sindicados, empujando a la baja los salarios de todos ellos. La prima salarial resultante no proviene de los empresarios, como parecen decir los sindicatos, sino principalmente de los bolsillos de otros trabajadores. Porque solo en torno al 7% de la fuerza laboral de nuestro sector privado permanece sindicada; más de nueve de cada diez trabajadores del sector privado se ven dañados por ese poder sindical.

La abundante historia de violencia y amenazas de los sindicatos contra el empresario y los esquiroles también daña claramente a los miembros de los sindicatos en lugar de promover sus intereses. Pero los líderes están exentos de responsabilidad por la resolución Emmons de 1973, que según atestiguaba el antiguo fiscal general Ed Meese, "permite a los cargos sindicales usar violencia y amenazas contra la vida y la propiedad para alcanzar sus objetivos".

Conscientes de que sus privilegios no llegan más allá de las fronteras estadounidenses, los sindicatos han sido los primeros defensores del proteccionismo, lo que ha socavado el bienestar de los trabajadores, quienes en su ausencia se habrían beneficiado de mayores exportaciones, así como de los que, como consumidores, se habrían beneficiado de importaciones de menor precio o mayor calidad (o ambos).

La traición de los sindicatos a los intereses de los trabajadores ha incluido la realización de campañas para acosar y eliminar los programas de aprendizaje que no controlaran, impidiendo así a otros trabajadores adquirir habilidades para ganar más y competir con los sindicatos en el futuro. También han utilizado alegaciones medioambientales para detener proyectos empresariales hasta que pudieran obtener acuerdos laborales en los que se garantizara que los empleos serán ocupados por trabajadores sindicados.

Los sindicatos han sido asimismo grandes defensores de innumerables planes para promover impuestos más altos, reduciendo así las perspectivas de empleo de los demás. Al tiempo, como esas cargas minoran el ahorro y la inversión, también disminuyen la acumulación de capital, la productividad y con ello el crecimiento de los salarios de los trabajadores. Y todo esto ha sucedido a pesar de que más de un tercio de los miembros de los sindicatos vota sistemáticamente en contra de las posturas que sus líderes les obligan a financiar con sus sueldos.

¿Qué cambia cuando nos centramos en los trabajadores públicos sindicados (que en estos tiempos ya suponen más de la mitad de los miembros de los sindicatos)? Tienen más poder para perjudicar a los demás.

En comparación con los trabajadores del sector privado, los sindicatos públicos no están sometidos a la disciplina de la competencia extranjera (por ser un monopolio sin proveedores alternativos). En ese sector, también es más difícil sustituir a los trabajadores sobrerremunerados por equipo de capital. Además, los miembros del sindicato también influyen directamente en el diseño e implantación de legislación y regulaciones.

Asimismo, los sindicatos públicos han logrado transformar mayorías políticas temporales en ganancias permanentes (y crecientes), debido a sentencias judiciales por las que una vez que el Gobierno ha prometido algo a sus trabajadores (como pensiones magníficas y acuerdos sanitarios) ya nunca pueden eliminarse, independientemente de los efectos adversos sobre los contribuyentes. Esto es particularmente importante, porque los sindicatos públicos tratan con políticos cortoplacistas que no dudan en firmar acuerdos cuyos efectos solo se acaban revelando después de que dejen de ocupar cualquier responsabilidad.

Quizá lo más importante sea que, al contrario que los empresarios privados, que deben encontrar a clientes dispuestos a pagar el coste de acuerdos laborales más generosos, los sindicatos públicos pueden usar el poder coactivo del Gobierno para forzar a los contribuyentes a pagar los costes mediante sus impuestos.

Los sindicatos afirman actuar en interés de todos los hombres y mujeres trabajadores. Pero realmente dañan a la gran mayoría de los estadounidenses, tanto a trabajadores como a consumidores, al actuar en su propio interés. Los miembros de los sindicatos públicos, a pesar de congratularse con declaraciones como "lo hacemos por los niños", ganan incluso más para sus miembros al dañar más al resto. Y los grupos que usan su poder en su propio beneficio a costa de otros socavan los intereses colectivos de los estadounidenses; no contribuyen precisamente a reforzarlos.

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