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¿A quien le importa?

Mientras algunos se felicitan por la nueva resolución, otros actualizan las noticias que siguen llegando sobre las matanzas, bombardeos, violaciones de mujeres y niñas, saqueos y ataques contra la ayuda humanitaria que llega no sin dificultad a Darfur.

En teoría de los juegos una "amenaza no creíble" es aquella que nunca se llevará a cabo pero que se concibe con la ilusa esperanza de que la otra parte se la tome en serio. Naciones Unidas ha desperdiciado más de tres años inventando amenazas no creíbles contra el Gobierno de Sudán para que dejara de matar, violar y saquear a los darfurianos. Por supuesto Jartum nunca se tomó en serio estas intimidaciones.

El Consejo de Seguridad acaba de aprobar por unanimidad una nueva resolución, la 1769, que autoriza el despliegue de una fuerza conjunta de la ONU y la Unión Africana en Darfur, la mayor operación de mantenimiento de la paz nunca vista. Ban Ki-Moon ha calificado la decisión como "histórica y sin precedentes" y, a tenor de las noticias que recoge la prensa, parece que todos están encantados: los chinos, los sudaneses, los británicos, los sudafricanos... hasta Javier Solana. Bajo el nombre de UNAMID, 26.000 efectivos de esta fuerza híbrida protegerán en la región sudanesa a la población civil y a los trabajadores humanitarios bajo el Capítulo VII de la ONU, en virtud del cual el Consejo puede tomar medidas que van desde las sanciones económicas hasta la acción militar. Lamentablemente no son más que palabras. El ciclo de impunidad del régimen islamista de Omar al-Bashir empezó hace más de tres años cuando en julio de 2004 el Consejo de Seguridad adoptó la resolución 1556, la primera sobre la situación de Darfur bajo Capítulo VII, que daba a Jartum un plazo de 30 días para que empezara a entrar en razón. La fecha pasó en silencio y el Consejo no impuso ningún tipo de sanción. La misma situación se ha repetido en varias ocasiones en los últimos años y tampoco ha pasado nada. ¿Qué ocurrirá esta vez?

Inexplicablemente la comunidad internacional se vuelve a aferrar a las palabras y a las promesas de Jartum, que dice que esta vez accede al despliegue de tropas internacionales. El embajador de Sudán ante las ONU, Abdalhaleem Mohamad, dijo tras la aprobación de la resolución que aunque no estaba feliz con todos los elementos de la resolución "podría vivir con ella". Y eso que se pasó todo el fin de semana con el embajador británico puliendo, o más bien limpiando el texto de cualquier insinuación perniciosa o aspereza contra al-Bashir. Es difícil ser optimista si hay considerables diferencias de interpretación sobre los principales puntos de la resolución, en la que no se acusa directamente al gobierno sudanés de su culpabilidad en la crisis humanitaria de Darfur, en la que se ha excluido cualquier amenaza adicional en el caso de que el Gobierno no coopere con la nueva fuerza de paz y en la que no se autoriza a los soldados internacionales a incautar las armas a las milicias progubernamentales Yanyawid.

Mientras algunos se felicitan por la nueva resolución, otros actualizan las noticias que siguen llegando sobre las matanzas, bombardeos, violaciones de mujeres y niñas, saqueos y ataques contra la ayuda humanitaria que llega no sin dificultad a Darfur. Y es que ni siquiera las cifras de víctimas que manejan los medios son del todo correctas porque los datos no incluyen los primeros meses de conflicto, ni las muertes en las zonas rurales más inaccesibles de la región, ni en los campos de refugiados en Chad. Contar las víctimas también supone valorarlas; lamentablemente no parece que éste sea el caso.

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