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GEES

Adiós muy buenas, 2005

Cuando el año toca a su fin Bush ha iniciado un contraataque y ha conseguido remontar sus índices de popularidad

Empezó muy bien pero terminó mediocremente.

En un principio fueron los discursos de Bush, toma de posesión y estado de la Unión, en los que reafirmaba e incluso expandía los tersos principios de su política exterior: promocionar la democracia. Nada muy nuevo en la historia de la gran república americana y algo siempre en peligro de quedarse en retórica grandilocuente. Pero lo que impresionaba era la intensidad del énfasis, la profundidad de las convicciones.

El 30 de Enero los comicios en Irak constituían un éxito rotundo que venía a coronar toda una serie que arrancaba de meses atrás. En la antigua área soviética el triunfo de la revolución naranja en Ucrania venía a continuar, superando en importancia, la revolución de las rosas en la pequeña Georgia, casi dos años anterior, para seguir luego en el remoto Kirguizistán.

En el Oriente Medio el asesinato del jefe de gobierno libanés Hariri en marzo desencadenaba un movimiento que había leído en la experiencia de Kiev como en libro abierto y que llevaría a un cambio de potencialidad cataclísmica, el fin de 30 años de control sirio sobre su pequeño vecino. Las consecuencias posibles, con la conmoción del régimen baasista de Damasco, lleno de connivencias con distintas familias del terror y perpetuo auxiliar de los ayatolás iranios, están todavía en pleno curso, con un desenlace tan incierto como todo lo que concierne al futuro.

Pero la brillante superación de la cita electoral iraquí, que permitió continuar el proceso político redactando una constitución, no melló las capacidades terroristas de los seguidores de al Qaida y de los antiguos hombres de Sadam, mientras que su continuo goteo de cadáveres, minúsculo desde un punto de vista bélico, por tétrico que pueda sonar, empezó a sacudir los nervios de la nación americana y a corroer los índices de aprobación de su presidente.

En política interior Bush había querido que su segundo mandato estuviese marcado por una atrevida reforma del sistema de pensiones de retiro que saliese al paso de la futura crisis de la seguridad social como consecuencia del envejecimiento de la población. Los beneficios a largo plazo no fueron capaces de acallar las inquietudes a corto y el proyecto se atascó a las pocas semanas.

A finales de agosto ciertas torpezas en la reacción inmediata a la devastación del Katrina, alguna frase desafortunada, la incapacidad del hombre que dirigía el organismo encargado de hacer frente al desastre, nombrado por amiguismo, no por competencia, y la hábil explotación de los demócratas y la prensa hostil del supuesto de que el gobierno de Estados Unidos ha de ser omnipotente y responsable de cualquier mal que les ocurra a sus ciudadanos, supuso para Bush descender un nuevo peldaño en la estima pública.

A comienzos de octubre se produjo la gota que colmó el vaso de la paciencia de la base conservadora del presidente. La candidatura como magistrado del Supremo de su asesora jurídica, sin ninguna experiencia constitucional. Aunque algunos encontraron virtudes en la extraña idea, el núcleo duro del conservadurismo se reveló contra su hombre, respecto al que abrigaba ya varios resentimientos por su traición a los principios de ortodoxia fiscal y “pequeño” gobierno. Antes de que concluyese el mes habían ganado la partida y Bush cambiaba a su candidato proponiendo a un eminente jurista conservador.

Todo ello constituye la crisis del segundo mandato y que haya ejemplos de la misma en todas las presidencias dobles desde 1945 no es más que un triste consuelo. Ha empezado antes y los índices de aprobación han caído más bajo que en cualquier caso anterior. Y ni que decir tiene que no se trata de un mero problema interno americano. Los Estados Unidos, por acción, omisión o reacción son el centro y el motor del sistema internacional como lo son de la economía mundial. Un debilitamiento de su poder por las causas que sean, internas incluidas, tiene alcance geopolítico planetario.

Cuando el año toca a su fin Bush ha iniciado un contraataque y ha conseguido remontar sus índices de popularidad. Otras muchas cosas han sucedido y sucederán, pero todas se verán afectadas por la medida en que Bush recupere o no el protagonismo en Washington.

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