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Afganistán hierve

La desconfianza entre Kabul y el resto de actores extranjeros, y entre las fuerzas afganas y los efectivos extranjeros, han hecho resurgir muchas voces en Estados Unidos que piden adelantar la retirada, prevista para finales de 2014

Hemos asistido a una nueva disculpa de la Administración Obama esta vez por los restos quemados de algunos ejemplares del Corán encontrados en una base norteamericana, por motivos que aún se están investigando. Y, por supuesto, las disculpas no han servido para nada y una ola violencia se ha desencadenado, provocado hasta ahora 30  muertos, algunos de ellos militares e instructores extranjeros de las fuerzas afganas. El problema del presidente norteamericano es que tiene que encadenar otro perdón, esta vez dirigido al vecino Pakistán, por la muerte de 24 soldados el pasado otoño.

Estos días, la situación de los militares de la ISAF es crítica. Amenazados como están por el tema de los coranes, encuentran a sus verdugos entre los propios soldados que ellos reclutan, instruyen y forman para que tomen las riendas de su propio país. Algunos son elementos infiltrados de la insurgencia, otros por propia iniciativa de adhieren a aquellos que quieren que las tropas extranjeras se vayan cuanto antes. Pero la situación no es nueva. En 2010 un guardia civil y su intérprete murieron en la base española tras el ataque perpetrado por el cabo Sakhi, chófer del jefe de policía de Badghis. Más recientemente cuatro militares franceses fueron asesinados por un soldado afgano de 21 años que abrió fuego con una ametralladora. Sarkozy estuvo a punto de retirar todas sus tropas, adelantando un año su regreso.

Ya no se tratan de hechos puntuales. Según algunos medios, han sido 77 los miembros de la coalición que han muerto a manos de las fuerzas afganas en los últimos años, y el problema crece. Por eso se ha decidido endurecer los planes para luchar contra las infiltraciones en el Ejército y la policía afgana, y reforzado  el sistema de reclutamiento. Ahora los reclutas deberán tener una especie de certificado de buena conducta e incluso se vigilarán sus movimientos fuera de los centros de instrucción para conocer con quienes se relacionan.

Otra consecuencia de la actual ola de violencia es la retirada, aún no se sabe si definitiva, de los asesores militares extranjeros en los ministerios afganos, después de que dos de ellos – norteamericanos-  fueran abatidos en su oficina del Ministerio del Interior. Las consecuencias serían importantes porque agravaría la poca y mala comunicación que existe entre la coalición extranjera y la administración afgana. Un gobierno el de Karzai que no fue capaz de abrir la boca hasta bien avanzada la crisis de los coranes, y fue para decir que los afganos están dispuestos a  morir por su religión.

La desconfianza entre Kabul y el resto de actores extranjeros, y entre las fuerzas afganas y los efectivos extranjeros han hecho resurgir muchas voces en Estados Unidos que piden adelantar la retirada, prevista para finales del 2014. Pero desde Washington no quieren tomar ninguna decisión drástica en caliente y esperan que la situación se calme. Lo malo es que nadie sabes cuándo va a ocurrir. Mientras tanto las tropas extranjeras, entre ellas las españolas, suben la alerta.

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