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Alerta europea

Más allá de la polémica, la amenaza siempre ha estado ahí, y los servicios de inteligencia europeos han coincidido desde comienzos de verano en que el riesgo se ha elevado peligrosamente.

¿Exageración, realidad o precaución? Es el debate que ha generado el comunicado del Departamento de Estado norteamericano en el que alerta a sus ciudadanos de permanecer vigilantes si viajan a Europa ante la posibilidad de atentados terroristas. Al parecer las informaciones llegaron tras el interrogatorio a un afgano-alemán capturado a fines de julio en Kabul. Poco antes del comunicado, algunos medios afirmaron que se había abortado una cadena de atentados islamistas en las que estarían involucradas ciudades británicas, francesas y alemanas, similar a lo ocurrido en Bombay en 2008.

Japón se ha sumado a los Estados Unidos en la advertencia a sus nacionales, algo que en Europa parece que no ha sentado demasiado bien. Unos, como en el caso alemán, rechazan la inmediatez de la amenaza; otros, como Italia, señalan que no han sido detectadas amenazas específicas; y en general todos la han tildado de alarmista y excesiva. No porque sea una falsa advertencia sino porque los europeos reivindican que ellos nunca han infravalorado la alerta terrorista. ¿Se imaginan a Bruselas avisando a la Casa Blanca de que esté con los ojos bien abiertos antes posibles atentados en suelo norteamericano? ¿Cómo les sentaría? Pues muy mal. Cuestión de orgullo. Que en este tema es lo único que a Europa le sobra.

Al sector turístico europeo tampoco le debe de haber hecho mucha gracia, sobre todo en un tiempo de fragilidad económica. Pero pese a la indignación, debemos tener fe en que la mayoría de los países europeos (los más amenazados) están con todos los sentidos puestos en la posibilidad de que ocurra un atentado islamista. Porque más allá de la polémica, la amenaza siempre ha estado ahí, y los servicios de inteligencia europeos han coincidido desde comienzos de verano en que el riesgo se ha elevado peligrosamente.

En Francia una cadena de alarmas en la Torre Eiffel y una falsa bomba en las vías del tren coincidían con el aviso de un atentado en suelo francés. La información habría llegado de los servicios de inteligencia argelinos, apuntando a la actuación de una mujer kamikaze y muy probablemente contra la red de transporte de la capital francesa. La tensión en el país ha crecido tras el secuestro hace algo más de quince días de cinco franceses en Níger. Todo apunta a Al Qaeda en el Magreb Islámico.

En Alemania se calcula que viven más de 400 radicales islámicos, muchos entrenados en campos en Afganistán y Pakistán, y los servicios de inteligencia han detectado a lo largo de este año una campaña de movilización en internet para reclutar alemanes para la guerra santa.

En Italia las autoridades han detenido a un argelino equipado con explosivos y otras tantas toneladas han sido confiscadas en Calabria. España, aunque no estaba entre los objetivos de la supuesta cadena de atentados abortada ahora, está últimamente en el punto de mira. Por último, el aumento de las amenazas por la quema de ejemplares del Corán en los Estados Unidos, y la intensificación de los bombardeos norteamericanos sobre en Waziristán del Norte, han añadido más leña al fuego

En Europa hay que estar bien atentos, no sólo porque nos los digan los norteamericanos –que hacen bien– sino porque la mayoría de las alertas lo son no sólo para turistas, sino para ciudadanos o residentes europeos. Y eso es un problema con el que el debemos lidiar nosotros.

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