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Armas, intereses, industrias y defensa

A todo militar le gusta contar con lo último en equipamiento; a todas las industrias les viene bien vender cuánto más mejor; es a los responsables de Defensa a quienes corresponde racionalizar los intereses corporativos y comerciales y poner en marcha una política de adquisición cuyo sentido último responda a las necesidades reales de la seguridad nacional, de la estrategia.

Es evidente que a los astilleros cartageneros de la empresa Izar (antigua Bazán) les viene que ni pintado la construcción de los cuatro nuevos submarinos de la clase S-80, recientemente aprobada por el Gobierno a propuesta del Ministro de Defensa, buen conocedor de las necesidades de la zona. Igualmente, a la Armada se le antoja modernizador que esta nueva clase de buques pueda llegar a portar misiles de crucero, tan de moda desde que en las últimas guerras, desde la del Golfo del 91 a la de este mismo año, pasando por Kosovo y Afganistán, dichos sistemas hayan sido los primeros en ser disparados dado su alcance, precisión y letalidad. El S-80 se presenta así como una gran adquisición. Pero puede que no lo sea tanto.

Para empezar, el radio de acción del S-80, un submarino de propulsión convencional mejorada, es de unos 1.500 kilómetros, lo requerido para garantizar sus operaciones en todo el litoral que nos interesa en el Norte de África. Un misil de crucero tipo Tomahawk le añadiría la capacidad de disparar a un blanco situado a algo más de 1.000 kilómetros, lo cual le otorgaría la posibilidad de atacar objetivos en el corazón del Sahara si así se quisiera. Sin embargo, el Tomahawk requiere un vuelo inicial de unos cientos de kilómetros para ser realmente efectivo, por lo que salvo que de verdad se aspire a bombardear el desierto, el S-80 tendría que disparar desde la retaguardia de sus bases, algo absurdo. Máxime cuando en el mercado hay otras alternativas de sistemas de armas más ajustadas a las necesidades de la defensa española. Por ejemplo, el misil Harpoon bloque II, de un alcance táctico pero capaz de volar tanto sobre la superficie del mar como sobre la tierra sorteando obstáculos, mucho más barato y que alcanzaría la mayoría si no la totalidad de blancos posibles en nuestra zona de interés.

Se puede argüir, no obstante, que aunque el S-80 es un submarino táctico, con los Tomahawks se convertiría en un arma estratégica. Pero las dificultades para que operara, por ejemplo, en el Golfo de manera sostenida desaconsejan esta opción en beneficio de otras alternativas más razonables. Si Defensa quiere un buque estratégico, que monte los misiles de crucero en las nuevas Fragatas F-100, porque esas naves sí pueden serlo.

GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.


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