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Caos en Yemen

Si Yemen se hunde en el caos pronto tendremos piratería y terrorismo yihadista a ambos lados del Golfo de Adén, un escenario demasiado inquietante como para dejarle caer en el olvido.

El progresivo deterioro de la situación en Yemen, un escenario más de revueltas árabes, permite presagiar el surgimiento de un segundo Estado fallido en la región que se añadiría peligrosamente a la convulsa Somalia.

La evacuación del presidente Alí Abdallah Saleh a principios de junio para hospitalizarlo en Arabia Saudí tras sufrir un atentado llevó a los más posibilistas a considerar que, apartado el obstáculo para el avance de la "primavera árabe" en Yemen, la situación no iba sino a mejorar. Craso error, previsible por otra parte en un escenario que tiene muchas similitudes con Libia, donde también algunos han querido hacer irresponsables experimentos de laboratorio político árabe. Yemen y Libia son sociedades tribales en las que el poder ha estado en manos de dirigentes que, combinando represión y concesiones, mantenían una estabilidad relativa. Al descabezar ambos regímenes, el caos se ha impuesto en forma de guerras civiles, con el agravante de que Yemen, a diferencia de Libia, es un país muy pobre y en él se superponen conflictos varios que harán aún más difícil su normalización.

Fruto de la unificación forzada de dos Estados, Yemen del Norte y Yemen del Sur, el Yemen actual no ha superado algunas contradicciones derivadas de aquel paso y el separatismo meridional es uno de sus múltiples problemas. Además, en Yemen encontramos un escenario de enfrentamientos entre suníes y chiíes que viene de antiguo en el norte, una región fronteriza con Arabia Saudí. A ello se añaden el susodicho problema económico de carácter estructural, las fracturas tribales, la sensibilidad geoestratégica derivada de la vecindad con Somalia a través del Golfo de Adén y, como colofón aunque hoy es la amenaza más importante a destacar, la fijación de Al Qaeda por el país.

Cuna de Osama Bin Laden y vecino del faro irradiador de islamismo que ha venido siendo Arabia Saudí, el Yemen es mimado por los yihadistas salafistas desde antiguo. Aquí se produjo uno de los atentados más emblemáticos y tempranos de Al Qaeda –el ataque suicida contra el buque estadounidense USS Cole, en Adén en 2000– y el aprovechamiento de las contradicciones arriba indicadas han hecho de este país una de las zonas privilegiadas de redespliegue de Al Qaida tras el 11-S. Tras la partida del presidente Saleh, y aunque su familia (particularmente su hijo Ahmed) resiste con las herramientas policiales y militares que aún le son fieles, Al Qaeda está adueñándose de algunas zonas, en especial la región meridional de Abyan que la pone en contacto con el mar y con la costa somalí enfrente. Ahora mismo se combate en la capital, Saná, los yihadistas dominan la capital de Abyan, la portuaria Zinjibar desde la que ya han partido barcos con armas para los somalíes de Al Shabab, y si Yemen se hunde en el caos pronto tendremos piratería y terrorismo yihadista a ambos lados del Golfo de Adén, un escenario demasiado inquietante como para dejarle caer en el olvido.

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