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Chacón se esconde

La misión de Afganistán es de las más oscuras de la historia reciente de España.

La presencia española en Afganistán se remonta al año 2002, cuando los primeros 350 soldados llegaron a Kabul. Desde entonces España ha ido involucrándose cada vez más en las operaciones en la región: en mayo de 2005, nuestro país se hizo cargo de la base avanzada en Herat, al oeste de la región de Bagdhis. Posteriormente, se puso en marcha el Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT) en Qala-i-Now. Pasando ahora, gracias al aumento de 511 efectivos aprobado por el Parlamento a principios de febrero, a ocupar zonas nuevas.

Los españoles han dejado a los italianos la base de Sabzak. En esta zona, paso fundamental entre Qala-i-Now y Herat, se produjeron los duros enfrentamientos en que se vieron involucradas tropas españolas en septiembre de 2009. A cambio, se han extendido hacia el norte, con dos bases avanzadas en la ruta Lithium, que conduce a Bala Morghab. Una situada al oeste, Sang Atesh; la otra al este, Murqur. La idea es arrebatar terreno a los talibanes, y dificultar sus movimientos, ejerciendo presión sobre el valle del Morghab desde los dos extremos. Pero conlleva problemas.

El fundamental, un aumento considerable de las actividades, tanto ofensivas como defensivas de nuestras tropas, que son hostigadas continuamente por bandas de talibanes. Como es lógico, los enfrentamientos van en aumento: a mayor terreno ocupado al enemigo y mayor número de patrullas y escoltas, mayor posibilidad de emboscadas y escaramuzas. En el caso de las bases de Sang Atesh y Murqur, las defensas son aún inestables y pese al valor y la capacidad de la tropa, no puede descartarse un susto el día menos pensado. Mientras, las tropas allí desplegadas están causando verdadero daño al enemigo.

Del despliegue español en Muqur, hemos sabido, primero por informaciones en la prensa, muchas veces de filtraciones; segundo, por comunicados e informaciones procedentes de ISAF y de OTAN –caso de la visita del malogrado McChrystal a Bagdhis hace no demasiado–, que dan cuenta de las operaciones llevadas a cabo por los aliados; y en tercer lugar, por las declaraciones efectuadas a toda prisa por Chacón, las últimas en un pasillo del Hospital Gómez Ulla acerca de este despliegue. Oficialmente, la misión de Afganistán es de las más oscuras de la historia reciente de España.

Esa es la cuestión: a diferencia de todos sus colegas europeos que tienen tropas desplegadas en Afganistán –franceses, italianos, británicos, alemanes–, ni Zapatero ni Chacón están informando como se exigiría y como ellos mismos dicen hacerlo. Su actitud, oscurantista, contrasta con la de sus aliados, pero también con lo ocurrido en nuestro país con motivo de la guerra de Irak de la que tanto les gusta hablar, pero de la que olvidan que el gobierno de entonces informó bastante más de lo que ellos hacen ahora, que es bastante poco (lo que por otro lado es difícilmente reprochable, habida cuenta de que el PP, en su obsesión por huir de Irak tampoco se lo exige). Zapatero ha anulado las dos ocasiones en las que iba a informar sobre el despliegue en Afganistán, en abril y mayo; Chacón ha decidido al final enviar a su JEMAD, que una vez más cubre unas vergüenzas que no son suyas y que no le corresponden. Él recibirá en caso de desgracia, unas bofetadas que no le corresponden. Lo cual en buena lógica ocurrirá más pronto que tarde. Pero mientras tanto, Chacón se esconde.

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