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¿Cómo ha cambiado el mundo?

Fue un éxito táctico de Al Qaeda, que puso en evidencia a los servicios de inteligencia norteamericanos y, como dice el general Petraeus, puso de manifiesto que el país no estaba preparado para la guerra que vendría después.

Hoy va desapareciendo la unanimidad que afirmaba que los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001 marcaron un antes y un después en el orden internacional. ¿Qué cambió realmente? ¿Qué significó esa fecha?

Los ataques ante todo consolidaron una tendencia del terrorismo internacional y avisaron de una nueva realidad: el hiperterrorismo. Hasta entonces las acciones terroristas no habían causado tanto daño y se consideraban principalmente como un fenómeno regional o doméstico, que tenía como encargados de combatirlo a las fuerzas de seguridad del Estado. El terrorismo global e islamista no era una prioridad, ni siquiera para Estados Unidos. Pero ese día el terrorismo de masas –una posibilidad que sólo existía en unos cuantos estudios académicos y en las proyecciones oficiales de escenarios posibles– se convertía en creíble. Y real.

Fue un éxito táctico de Al Qaeda, que puso en evidencia a los servicios de inteligencia norteamericanos y, como dice el general Petraeus, puso de manifiesto que el país no estaba preparado para la guerra que vendría después. Y Estados Unidos se fue a Afganistán, con la lección aprendida de las operaciones aliadas en Kosovo y por lo tanto manteniendo al margen de las operaciones a los aliados de la propia OTAN, a sabiendas de su poca aportación y de los posibles problemas de interoperabilidad. Y eso a pesar de que la OTAN activó por primera vez en su historia los compromisos de defensa colectiva contemplados en el artículo 5 de su Tratado. Desde entonces arrancaron las crecientes acusaciones malintencionadas de unilateralismo hacia la administración de George W. Bush, cuando entonces el papel de la mayor parte de los países occidentales –ni qué decir de la Unión Europea– era marginal no sólo por la falta de recursos sino de visión estratégica.

El impacto estratégico fue de los más importantes, dando pie al debate entre el concepto de seguridad interior y de seguridad exterior; entre la defensa militar frente a la defensa civil; entre actos terroristas y actos de guerra; entre guerras tradicionales y asimétricas. Saltaron por los aires los sistemas de seguridad y los servicios de inteligencia, se replanteó la enumeración de los riesgos emergentes y alteró el papel que las Fuerzas Armadas debían jugar a partir de entonces en la lucha contra el terrorismo global. Durante los noventa los efectivos militares habían relegado el combate para centrarse en las misiones de paz, y por entonces no contemplaban la lucha contraterrorista como misión. A partir de entonces los ejércitos tuvieron que adaptarse al nuevo fenómeno y además tratar de lograr un equilibrio entre las capacidades tradicionales y aquellas necesarias para los nuevos cometidos.

Ese fatídico día muchas cosas cambiaron y también se consolidaron algunas tendencias. Y no hay que quitarle relevancia con el fin de criticar la sobrerreacción de Washington. ¿Se trató de un hecho puntual o aislado? No, aunque muchos traten de recordarlo como tal. Sigue siendo un símbolo de la lucha contra Occidente y su forma de vivir.

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