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¿Crasos keynesianos o mentirosos?

Ha hecho falta una mujer de la antigua Europa comunista para decirles la verdad a los pseudocapitalistas de Occidente. Es muy simple: el Estado es mal gestor, los impuestos deben disminuir y el gasto hay que limitarlo.

Anda revuelto el circo europeo. La razón es que la crisis económica es estupenda. Como crisis es prácticamente insuperable. Tanto que ha alcanzado ya, al menos en Estados Unidos, ese estadio que Mises llamaba el crack-up boom. Expresión esta, escrita en inglés por un austriaco, que sólo debe tener traducción apropiada al español por la vía de la blasfemia. En cualquier caso está clara: define una situación calamitosa y de difícil arreglo.

En estas circunstancias, es natural que haya discrepancia de opiniones. La diferencia de criterio puede resumirse así. Todos piensan que hay que gastarse el dinero de nuestros hijos para pagar los excesos en que hemos incurrido nosotros. Eso sí, Angela Merkel, opina que basta con comprometer "sólo" parte del dinero de nuestros hijos. Su ministro de Finanzas, en un alarde de diplomacia y sinceridad –lo que rara vez va junto– ha dicho que Gordon Brown y los demás se han comportado como "crasos keynesianos". Ello ha suscitado la queja formal de los británicos. Ellos sabrán por qué se lo han tomado a insulto. Que la afirmación es de gran sutileza es indudable. El eufemismo trata de esconder las opiniones profundas de Steinbruek, a saber, que lo que se lleva no es el keynesianismo, sino la mentira.
 
Si prevaleciera el keynesianismo –que no es la buena receta para la crisis– al menos habría puentes, vías férreas, pantanos o carreteras. Pero ni los hay ni se los espera. Lo que luce en su lugar es la mágica elucubración de que se puede salir de la crisis gastando lo que no hay y endeudando muy gravemente a las generaciones futuras. Estamos a punto de ser la primera generación de europeos desde la guerra que deja a sus descendientes un legado económicamente peor al que heredó. Somos pues, gracias al buen rollito, la sonrisa fácil y la extrema generosidad con el dinero ajeno, la generación más miserable y egoísta de la historia de Europa. Y ha habido unas cuantas.

Todo ello por no respetar ni la verdad ni la democracia. A ésta la hemos sustituido por una especie de corporativismo burocrático dedicado a favorecer a grupos de presión a cambio de sus votos. A aquélla la hemos cambiado por la mentira, porque no hay nada que guste más a los "progresistas" de todos los partidos que hacer el mal pero sentirse bien. Machacar al prójimo, pero manteniendo la buena conciencia. En lenguaje zapateril: más gasto "social", a costa de comprometer el futuro de los que escriben ahora sus cartas a los Reyes Magos. Querido Baltasar, redúceme mi deuda...

Lo que hay que resucitar a ambos lados del Atlántico es la economía científica. Merkel no es Thatcher, y desde luego ni Bush ni Obama son Reagan, pero ha hecho falta una mujer de la antigua Europa comunista para decirles la verdad a los pseudocapitalistas de Occidente. Es muy simple: el Estado es mal gestor, los impuestos deben disminuir, el gasto hay que limitarlo, el trabajo fomentarlo y el capital cuidarlo, sin castigarlo a no valer nada. Si no, ¿a quién le beneficiaría ahorrarlo para poder prestarlo? ¿Hay algún problema económico con esto? Dirán que muchos. Pero no es verdad. Lo cierto es que es preferible mentir, vestirse de grandes teóricos de la economía, y encima quedar bien. No son más que "crasos keynesianos", es decir: grandes mentirosos.

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