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Desafío total

Irak está transformándose en una democracia gracias a la intervención americana, pero no sin grandes dificultades y sin conseguir formar gobierno desde las elecciones, estas sí, democráticas, de marzo.

En el mes de mayo Faisal Shahzad intentó detonar una bomba en el centro de Manhattan. La semana pasada, ante el silencio de los medios, declaró su culpabilidad en la apertura del juicio oral.

A continuación, describió su entrenamiento entre los talibán paquistaníes. "Yo soy un soldado musulmán", añadió. Y concluyó: "Es una guerra. Yo soy parte de ella. Soy parte de la respuesta por aterrar a las naciones musulmanas y el pueblo musulmán, y, en nombre de eso, estoy vengándome de los ataques".

Oriente Medio es una región que se extiende desde Afganistán, donde se libra una guerra desde hace nueve años, a Egipto, de donde procede la Hermandad Musulmana, que proporciona mandos a Al Qaeda. Su religión dominante y casi única es el islam. Sin embargo, es su versión radicalizada en un largo proceso histórico, la que ha llevado a la situación actual. No hay democracias en la zona, más allá de elecciones más o menos preordenadas, salvo en Israel.

Turquía, hasta hace nada aliado de Occidente, miembro de la OTAN y parte destacada del islam y de esta tierra, por su pasado imperial otomano, está sufriendo lo que algunos llaman una revolución islamista silenciosa. Irán, también vecino del lugar, llevó a cabo la suya en 1979, y hoy se encamina al logro de una bomba atómica bajo el mando de un iluminado. Irak está transformándose en una democracia gracias a la intervención americana, pero no sin grandes dificultades y sin conseguir formar gobierno desde las elecciones, estas sí, democráticas, de marzo. Siria es un estado terrorista que domina el Líbano, donde, a su vez, aloja a la banda criminal Hezbolá. Arabia Saudí y los países del golfo, ricos hasta la saciedad con el dinero del petróleo, financian con naturalidad la ideología Wahabí considerada una de las más extremistas del islam. En Yemen los americanos tratan de localizar y asesinar varios imanes y radicales que han intentado cometer atentados en Estados Unidos. En los territorios palestinos, Hamás ha sustituido en legitimidad a la Autoridad Palestina, fundada en un radicalismo suní, pero sin renunciar a la alianza con el Irán chií.

Por su parte, en Alemania la fertilidad media de los últimos treinta años es de 1,4 hijos por mujer. Entre los inmigrantes extraeuropeos, que alcanzan 4,3 millones de musulmanes, oscila entre 2,5 y 4 niños por mujer. En Francia, en los años 90, la ratio de niños por mujer entre no-europeas, en su mayoría musulmanas, y europeas era de 3 a 1,7. Este es el estado demográfico de los países que forman el directorio europeo.

El islam ha sufrido una evolución de radicalización que culminó con los atentados del 11 de Septiembre. Desde entonces, mal que bien, Occidente ha seguido la doctrina Bush que instaba a abandonar el realismo –el statu quo en la zona– porque había producido "poca estabilidad y mucha opresión". Se añadía que había que "limpiar los pantanos" donde se pudrían el odio y el resentimiento contra Occidente, llevando a aquellas tierras la democracia y la libertad. No estaría de más haberlo acompañado con hacer entender a las minorías musulmanas de Europa que no se iba a permitir otra visión que la demo-liberal, sin tolerar sus nuevas costumbres, más radicales que nunca.

Ahora, la guerra, según Shahzad, se libra tanto en nuestros países como en los suyos. Tras todas las interesadas críticas a la doctrina Bush, nadie ha proporcionado alternativas sólidas. Sin embargo, sigue el presunto debate respecto a lo que hay que hacer con la radicalización de una religión y el uso de una parte del mundo como punto de partida para un combate contra Occidente. Dijo en su día el estudioso Bernard Lewis: "o les llevamos la libertad, o nos destruyen". Si alguien tiene hoy una idea mejor, exenta de demagogias e ignorancias –que no sirva de excusa al extremismo, como la alianza de civilizaciones, cuyo ejemplo de fracaso flagrante es la Turquía reformada por Ataturk y radicalizada por Erdogan–, es el momento de decirlo, o, de una vez, declararse adeptos a la doctrina Bush.

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